La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Don nadie, indultos y amnistías

Pervive la España del “usted no sabe con quién está hablando”. Si no te indultan o amnistían eres un don nadie

Quien en este país no sea indultado o amnistiado es un don nadie. Si un don nadie es juzgado y condenado, cumple su pena. En cambio, para los importantes por su afinidad o utilidad política que han cometido delitos que estén a la altura de su importancia parece no que vale el artículo 14 de la Constitución que garantiza la igualdad de los españoles ante la ley. Pueden ser los ERE o el procés, lo mismo da.

Según el diario que usted lea o la emisora que oiga esto puede ser constitucional, justo, proporcional e integrador o anticonstitucional, injusto, arbitrario y oportunista. Como normalmente se leen y oyen más para reforzar la opinión propia que para informarse y abrirse a otras interpretaciones, la ciudadanía que se preocupa por estas cosas está cada día más polarizada y dispuesta a comulgar con ruedas de molino. Una ciudadanía, por cierto, menguante: según el CIS los problemas que más preocupan a los españoles son la situación económica, el paro y la calidad del empleo (1º, 2º y 4º) mientras la política aparece como problema (3º) o por el mal comportamiento de los políticos (5º).

Cayó en el vacío, porque vivimos tiempos de polariza, que algo queda, pero les recuerdo el manifiesto que, en la estela desgraciadamente fracasada de UPyD, firmaron el pasado septiembre Savater, Trapiello o Francesc de Carreras: “España, se encuentra al borde de la implosión, a la que nos conducen una Derecha tan indecisa en cuanto a sus principios como incapaz de entusiasmar a sus votantes y una Izquierda que, falta de ideas para afrontar los problemas del presente, ha arrojado su ideario secular por la borda, apostando por los caminos del populismo, el personalismo, el oportunismo y la demagogia. Si bien los dos grandes partidos son responsables de la presente situación, la mayor responsabilidad recae sobre este gobierno, minoritario pero hipertrofiado, que ha dado en los últimos cinco años un recital sin precedentes de falsedades, contradicciones, incompetencia –salvo en materia de propaganda– y culto a la personalidad de su secretario general. Este recital de incongruencia, oscurantismo, secretismo es la fachada de un partidismo corrupto que incluye el asalto a las instituciones y el abierto rechazo al principio de la división de poderes. Es decir, el desprecio a la letra –y no digamos al espíritu– de la ley y de la práctica democrática”. Lo suscribo.

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