Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre / Azaustre@yahoo.es

Conductores asesinos

LES llaman conductores kamikaze y son los conductores asesinos. Sólo hay que esquivar su bala abierta, estar en la ruleta involuntaria y rusa de cualquier autopista, cualquier día, para comprobar en el terror o en la muerte que estos conductores kamikazes son en realidad los asesinos hasta ahora encubiertos, protegidos quizá por un sistema todavía mojigato ante el abuso de aquellos que trafican con la vida. Los conductores asesinos trafican con la vida, pero no con la propia únicamente, sino también con la ajena. Bien está lo que bien acaba, pero que se haya tardado tanto en considerar conductas homicidas aquellas que lo fueron desde siempre, habla muy a favor, como en tantos otros casos, de nuestro sistema garantista para el reo, pero muy en disfavor para las víctimas. A nuestro Código Penal, a nuestros jueces, ya les han salido sus barbas democráticas, han mudado ya la ropa vieja de un sistema abusivo con los reos. A nuestro Código Penal, a nuestros jueces, ya les han salido sus barbas democráticas, incluso ahora ya se las recortan, en plan coquetería a los cuarenta, ya de galán maduro y con pasado que ha llegado a purgar sus deudas anteriores, que se siente mejor consigo mismo. Nuestro sistema garantista ya tiene pasado democrático, algo que no sucedía antes, y es por eso que ahora todos estos conductores homicidas, que circulan a máxima velocidad en sentido contrario, que van buscando muerte y llevan muerte, que hasta huelen a muerte tumefacta, siempre injusta y arbitraria, ahora son considerados como lo que son, juzgados como lo que son y penados, también, por lo que son.

Si cualquiera de nosotros saliera de su casa una mañana armado de un revólver de seis tiros, de una semiautomática o de una escopeta recortada, y la emprendiera a disparos por la calle, sin apuntar a nadie en concreto pero tirando al eco del estruendo y matando finalmente a cualquier ciudadano o ciudadana que fuera hacia la compra matutina, al tedio del trabajo o lo que sea, sería procesado por homicidio imprudente como mínimo. Sin embargo, este mismo razonamiento ha tardado mucho en imponerse en su vertiente automovilística. Que el coche es un arma casi igual de certera que el revólver es algo que se puede comprender, quizás únicamente, cuando eres tú el que va tranquilamente y el otro quien invade tu carril, así de frente, casi sin darte tiempo a reaccionar. Así la vida como la muerte, cualquier amanecer. A la cárcel con ellos, con estos asesinos miserables, imprudentes o no, igual que si disparan a la calle, les da por arrimarse a la ballesta o al tiro de adoquines a la acera.

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