HACE aproximadamente un año, José Chamizo denunciaba en una comparecencia en el Parlamento andaluz el sistema de partidos actual y recriminaba a los políticos que se dedicasen a sus "peleítas" en lugar de a arreglar las muchas cosas que hay que arreglar en Andalucía. Aquellas palabras le han costado a Chamizo el puesto después de 17 años en los que la institución que dirigía, el Defensor del Pueblo Andaluz, ha logrado convertirse en un referente ético en la comunidad autónoma. Cierto es que en estos más de dos lustros, no es que el Defensor del pueblo haya arreglado muchas de las cuestiones que se le pedían, pero sí que se había convertido en un pepito grillo incómodo y peleón. Ha sido la única voz que ha calado en la conciencia de muchos políticos, si es que la tienen todos.
Chamizo cayó tras denunciar a los partidos y el final de su mandato se antojaba claro tras recibir duras críticas del presidente de la Cámara andaluza, el cordobés de nacimiento Manuel Gracia, a quien nada gustaron sus reproches. El Defensor del pueblo andaluz cayó en una de esas escasas ocasiones en las que los partidos andaluces se ponen de acuerdo. Una de esas veces en las que PSOE, PP e IU pactan elementos clave para nuestra democracia y que, por supuesto, nada tienen que ver con la educación, la sanidad, la economía o alguna de esas zarandajas que de nada sirven y a nadie interesan. Todo un ejemplo.
Nuestros partidos con representación parlamentaria fulminaron a Chamizo con la misma falta de argumentos con la que esta semana sabíamos que habían pactado un incremento de sueldos del apurado Gracia y los portavoces adjuntos de cada formación en la Cámara andaluza. A Gracia le caían 400 euritos más al mes para pagarse desplazamientos, que con 6.5000 no llega el hombre, mientras que a los adjuntos les apañaban otros 2.000 por barba para paliar los recortes de nomina del año pasado. Vergonzoso.
De no ser por la labor investigadora de un periodista de esta casa, Antonio Fuentes, la desvergüenza se habría consumado sin rubor, con nocturnidad, alevosía y toda la oscuridad burocrática. Nada más hacerse público el tema, Gracia ha dado marcha atrás empujado por Griñán, que decía estar sorprendido, y por el bochorno general que ha causado el tema. Mientras, los partidos dicen que desconocían la cuestión, se daban golpes (leves) en el pecho preguntándose cómo podía haber pasado todo y ordenaban también restituir el daño hecho. Personalmente, no me creo que PP, PSOE e IU no estuvieran al tanto, que Griñán no supiera nada y que Gracia y los tres adjuntos aún no hayan puesto a disposición de sus partidos su puesto por respeto a todos los andaluces que viven en sus carnes los recortes desde hace ya demasiado tiempo.
Y luego hay quien se sorprende porque un juez llame burros a los políticos en una sentencia. Corto se ha quedado.
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