Joaquín Pérez Azaústre

La Capitalidad diaria

Reloj de sol

10 de octubre 2008 - 01:00

LA Capitalidad de Córdoba en 2016, en realidad, no es un fin en sí misma, pero sí un medio. El verdadero logro de toda la ciudad será dotarse al fin de una infraestructura cultural que se venga a adecuar a su naturaleza posible, que a veces se ha ofrecido con una cualidad de abismo ineludible. La cultura, en Córdoba, siempre ha sido un abismo ineludible, porque nuestra propia idiosincrasia, o al menos la de una parte de nosotros, nuestras contradicciones y también nuestros anhelos, la realidad y el delirio, la ilusión y siguientes desengaños, sólo se han sustentado en la cultura, empezando en el ocio y acabando en el turismo. Mucho de lo que ha sucedido en Córdoba en los últimos años ha sido aliñado, mediante distintas variantes y recetas, con el adjetivo cultural.

La cultura, en Córdoba, debe dejar de ser un adjetivo para convertirse en un sustantivo. La cultura, en Córdoba, debe de una vez dejar de ser aliño comercial, institucional, político, y convertirse en tremenda realidad. Desde los poderes públicos, una idea conjunta, corpórea de cultura, se hace imprescindible, porque aquí la guerra de guerrillas ya ha dado de sí cuanto tenía que dar, y ha llegado el momento de una acción directa y coordinada, preferiblemente en torno a la Capitalidad, para dotar a Córdoba de una identidad, de una vía de conducta, de un modelo: no pugnando por ver cuál es la mejor fotografía, sino luchando por ser la misma foto. En ese sentido, por continuidad y coherencia, y también por orden de antigüedad, se hace imprescindible resaltar cuatro iniciativas: el Festival Internacional de la Guitarra, el Seminario de Poesía y Traducción de la Universidad de Córdoba, Cosmopoética y el festival de cultura juvenil europea del IAJ Eutopía. Las cuatro citas, ganada ya su carta de naturaleza por la repercusión y la constancia, de seguro contienen aspectos criticables, aguas, grietas, como sucede en todo evento que tenga que coordinar tantos factores, pero lo cierto es que estos años ya se han consolidado, y forman parte de nuestro callejeo más cotidiano.

Quizá la Capitalidad deba ir por ahí, por crear esa costumbre desde los poderes públicos, pero seguramente más coordinados entre sí, y con una presencia superior de los verdaderos agentes culturales, que, hasta donde sabemos, son esencialmente los creadores: es la cultura real, la soterrada, la que hemos celebrado esta semana con la nueva exposición de Antonio Castilla y la presentación del libro de cine de Manuel Lamarca y Juan Ignacio Valenzuela, además del 8º Seminario de Poesía y Traducción, ya tradicional, organizado por Bernd Dietz y Paco Gálvez. Mientras, la Filmoteca de Andalucía renueva sus propuestas, y así vamos sumando, entre otros tantos, una realidad poliédrica y riquísima, más viva que muerta, que debe de encontrar en las instituciones el eco necesario y la respuesta.

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