Brindis al sol
Alberto González Troyano
Vieja y sabia
Tinta y borrones
Todavía estoy analizando no los resultados, sino las comparecencias que en la noche del domingo ofrecieron todos los partidos después de conocerse la conformación del próximo Parlamento de Andalucía. Dicen que en la noche electoral todos ganan, porque cada uno ve la película según le interese, y el domingo fue una buena muestra de ello. El PSOE, el partido que gana las elecciones pero que confirma su debacle, dio explicaciones a través de su candidata, Susana Díaz, que no se dio por aludida y, en lugar de dimitir, se reivindicó como ganadora y con la iniciativa para formar gobierno. El PP salió exultante, tanto en Sevilla como en Córdoba, con un José Antonio Nieto eufórico. Cualquiera diría que quedaron segundos con el peor resultado de su historia. Para ellos, Juanma Moreno tiene que liderar el cambio porque son la referencia del centro derecha. Ciudadanos, que por mucho que haya subido es la tercera fuerza más votada y no ha conseguido desbancar al PP, también cree que debe tener el próximo presidente de la Junta e iniciará las conversaciones. Y Adelante Andalucía, en una actitud poco responsable, llamando a las barricadas cuando el resultado no les interesa. Y con este panorama, hasta puede que Vox haya tenido el discurso más coherente, puesto se han mantenido al margen, ya que "les corresponde a otros iniciar los contactos".
Y la pregunta sigue siendo, ¿por qué la gente vota a Vox? Pues quizá se haya producido la tormenta perfecta. La desafección a la política, el hartazgo del PSOE y la necesidad de cambio, el incremento de la crispación y la polarización en temas como la ley de la Memoria Histórica. Entre estrategias electorales y series de televisión se han olvidado de que hay una mayoría que ciudadanos a los que les interesa otros asuntos, como llegar a fin de mes. Que la pobreza ya no es sólo cosa de estratos sociales bajos, sino que se ha instalado en la clase media y en trabajadores cualificados. Habrá votantes de ultraderecha en Vox, claramente, pero las casi 400.000 personas que han depositado su papeleta no son todas fascistas, creo yo.
Así que, en vez de mirar a los votantes como los culpables de la entrada de Vox al Parlamento, quizá había que preguntarse por qué los partidos introdujeron a Vox como tema recurrente, por qué solo piensan en su supervivencia y no en los problemas reales, por qué cuesta creer que finalmente haya cambio.
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