Los que nunca se fueron

sólo en los últimos tiempos, desde la Ilustración, la democracia ha adquirido carta de prestigio social

Repasando los comportamientos políticos de la humanidad a lo largo de su historia. la democracia ha sido el sistema de organización social al que menos se ha recurrido para el gobierno de los pueblos, casi una situación excepcional. Porque, aunque los griegos fundamentaban su alternativa en razones de alto interés doctrinal y moral (como el convencimiento, que diría Aristóteles, de que la felicidad de la ciudad es la misma que la de cada uno de los ciudadanos), el caudillismo, en sus infinitas variables, ha sido una tentación demasiado fuerte, de tal manera que se ha considerado el orden natural del dominio sobre las gentes. Siempre respaldado, por supuesto, en presiones externas de represión, coacción y crueldad física y, sobre todo, apoyado en procedimientos ideológicos, que conseguían producir creencias y certezas de dogmas y credos, casi siempre de orden religioso. Y contaminaban de culpa y de temor.

Así las cosas, casi solo en los últimos tiempos han protestado los ciudadanos, y tanto a nivel personal como colectivo y en contadas ocasiones se ha tratado de quebrar ese poder, mientras habitualmente se ha vivido en un conformismo existencial. Desde una visión de síntesis se puede indicar que sólo en los últimos tiempos, desde la Ilustración, la democracia ha ido poco a poco adquiriendo carta de prestigio social y su nombre se ha puesto de moda, hasta el punto de que todo gobernante que ha querido legitimar su régimen no ha dudado en calificarlo como democrático, aunque sólo tuviera el nombre.

El caso es, sin embargo, que últimamente se ha ido resquebrajando este predicamento y prestigio (justificación, en última instancia), ha perdido su popularidad y empiezan a salir por unos y otros rincones gobernantes con proyectos que ya ni siquiera utilizan el nombre. Ni para disimular. Aunque nunca se habían ido del todo, porque en eso de la democracia una cosa es serlo y otra simularlo, han empezado a volver, sorprendentemente en lugares en los que menos se esperaba, movimientos mesiánicos que sin ningún pudor aseguran tener a Dios, completamente y sin discusión, de su parte. Curioso por lo demás que se les llame populismos cuando son todo lo contrario: una sublimación del poder autócrata que. utilizando la simplicidad de la utopía, convierte en masa a los ciudadanos, aprovechándose de sus insatisfacciones e impotencias. Están llegando los que nunca se habían ido.

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