Apoteosis del español

La mano del Gobierno se ha hecho sentir mucho más de lo que los socios académicos hubieran deseado

Ha sido estos días en Cádiz, y culmina hoy, la apoteosis del español. Hablamos del IX Congreso de la Lengua Española, organizado en esta ocasión por la Academia Española y por el Instituto Cervantes con la colaboración de las academias hispanoamericanas. Una ocasión de encuentro que se produce cada tres años, esta vez con más de 300 participantes, muchos de ellos miembros de las academias convocantes, que han asegurado un nivel muy alto en las exposiciones y debates. En conjunto, tal vez un programa excesivo, prácticamente inabarcable a partir del lema central sobre mestizaje e interculturalidad, que comenzó el lunes con un muy buen discurso del Rey y terminará hoy con el de la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez.

Precisamente la mano del Gobierno, al poco democrático pero muy castizo grito de "¡el que paga, manda!", se ha hecho sentir en ese programa mucho más de lo que los socios académicos hubieran deseado. Repásenlo, especialmente en sus momentos estelares, y reparen en las presencias y, aún más flagrantemente, en las ausencias. Como don Felipe puso de relieve, el español goza hoy de espléndida salud, nada menos que segunda lengua del mundo, pero no deja de sorprender que en medio de tantas y tantas ponencias, paneles y demás parafernalia no haya habido un solo momento para recordar los pisoteados derechos de los hispanohablantes en buena parte de la propia España. Una situación sin igual en cualquier país del mundo y que conduce a situaciones tan trágicas como el reciente doble intento de suicidio de las hermanas de Sállent y a innumerables casos de segregación, marginación y pérdida de oportunidades. El Congreso ha rozado estos temas relativos a la libertad de los hablantes, ha habido sesiones sobre la lengua como derecho fundamental o sobre el bilingüismo en la educación, pero al parecer lo que pasa en las aulas de millones de jóvenes españoles no interesa. ¿Piensa alguien que en un Congreso de este alcance sobre cualquier lengua -digamos el catalán- se habría soslayado asunto de esa gravedad? Es inevitable valorar la omisión como una muestra del sometimiento del mundo académico español a la corrección política y, peor aún, a los dictados de los políticos.

No obstante, hay mucho que celebrar. Hacía mucho, mucho tiempo que Cádiz no tenía tantos motivos para ello. Enhorabuena a todas las entidades que se batieron el cobre para hacer posible este Congreso entre nosotros.

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