De reojo

Ángela Alba

aalba@eldiadecordoba.com

Alcalde Anguita

Mis padres nunca han sido comunistas, han sido de Anguita, como miles de cordobeses y españoles

Si una persona reúne las características de lo que se considera un buen alcalde, ese es Julio Anguita. Córdoba sigue llorando la pérdida de un político excepcional, irrepetible, ejemplar. La prueba de su importancia en la Historia de España, más allá de ideologías, son los mensajes de admiración y pesar por su pérdida que han llegado desde todos los ámbitos de la sociedad. Porque para apreciar a Anguita no hacía ni hace falta ser comunista, sino solo tener algo de inteligencia y sentido común.

Aunque por edad no viví su etapa como alcalde de Córdoba, desde pequeña mis padres me enseñaron a admirar a un señor que en aquel entonces era la cara visible y la figura más importante de la izquierda española. Elocuente, apuesto y educado, Anguita era ese hombre con barba y perfil árabe (bautizado como el Califa Rojo por los medios de comunicación) que veíamos con orgullo en la tele. El mejor alcalde de Córdoba y el más querido (aunque, como ocurre con toda autoridad, tuvo sus más y sus menos con algunos colectivos durante su gestión) era un personaje idolatrado, que embelesaba con sus ideas y la brillantez, fuerza y claridad con las que las expresaba.

Mis padres nunca han sido comunistas, han sido de Anguita, como miles de cordobeses y españoles que apostaron por él en las elecciones andaluzas y generales a las que se presentó como candidato de IU. Cuando desde la niñez se ha vivido esa admiración, es difícil no sentir como propia una pérdida como la suya. Y, como la mía, son varias las generaciones que han crecido escuchando solo buenas palabras hacia el que fuera alcalde de Córdoba, rozando incluso la idolatría, y con la frustración de que ese fenómeno no se va a repetir. Al menos en la actualidad no hay ningún político de su calibre y parece poco posible que lo haya en un futuro, para nuestra desgracia.

Anguita era ya un mito en vida, al menos para mí. Aún recuerdo la emoción que sentí las primeras veces que lo vi en persona, cuando en alguna ocasión me lo crucé por la calle, y, más tarde, ya como periodista, en convocatorias de prensa de los movimientos sociales a los que pertenecía. Seguirá vivo en los corazones de muchos ciudadanos como referente ético y político y permanecerá en la memoria colectiva de Córdoba, su ciudad eterna. Por siempre alcalde, por siempre Anguita.

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