Hay tardes de tango, días de rock, noches de jazz. Hay amaneceres barrocos, cigarrillos soul, vinos de opereta y esperas interminables impregnadas de ese soniquete bluegrass. Esta semana la huelga había ganado antes de producirse. Pasase lo que pasase, el volumen se había elevado como nunca inundando redes sociales, medios de comunicación y finalmente las calles de nuestras ciudades. Honestamente, no creo que ninguna estructura política o sindical pueda atribuirse el éxito de la convocatoria, si acaso, el movimiento feminista entendido en un sentido amplio. Al día siguiente leí que diversos medios internacionales señalaban nuestro país como ejemplo de movilización y compromiso. Si existiese la marca España me gusta asociada a este tipo de cosas, como en su día lo fue representar la vanguardia en el reconocimiento de derechos. No todo va ser corrupción, Cataluña y "llenar cada rincón con tus rayos de sol".

Recuerdo que en mi primer viaje a Buenos Aires, un amigo me dijo, "Argentina para el mundo es Maradona, tango y desaparecidos". El jueves con la presión atmosférica en mis sienes y el fuelle sobre de la mesa me despistaba de mis quehaceres merodeando entre acordes tristes y lluviosos. En un instante un do mayor produjo un giro inesperado. Los acordes recorren nuestros universos emocionales poniéndolos patas arriba. Cuando agarras el bandoneón, un buen tango en menores mal digerido te puede dar el día, incluso la semana si reincides sin cuidado. Yo mismo reconozco algunas dietas estrictas de tango en acordes menores. Sin entrar en la poética, en su dimensión exclusivamente melódica, se atribuye al gotán lunfardo armonías y fraseos propicios para melancolías y lagrimones. Sin embargo, el paso a un acorde mayor bien situado abre un camino a la esperanza. Algo de eso planeaba sobre el jueves. En una sociedad que parece adormecida, donde el neoliberalismo económico y los valores más conservadores, con o sin disfraz, campan a sus anchas, donde solo los mayores se encargan de defender las pensiones amenazadas de sus hijos y sus nietos, movilizaciones como la de esta semana representan esos acordes mayores capaces de rescatarnos de la melancolía.

Ya ven, acordes distintos producen en nuestro cerebro respuestas distintas. Los modos griegos ya estaban directamente relacionados con las emociones y en el Romanticismo tuvo su apogeo la "personalidad de las tonalidades". Como un siglo más tarde, Astor Piazzolla compondría una serie al ángel y otra al diablo. Les confieso mi devoción por el "Romance del diablo" pero les dejo la "Resurrección del ángel". Aguarden a la entrada de Pablo Ziegler al piano. El ángel parece batir sus alas.

https://youtu.be/IScmTZPFQOs

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