Análisis

Gumersindo Ruiz

La universidad pública en el Día de la mujer

Hace unos días la ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero, dio una conferencia en la Facultad de Económicas de Málaga, con motivo del 50º aniversario de la Universidad, celebraciones que con tanto entusiasmo promueven rectorado y decanato. Puso énfasis en la igualdad de oportunidades que ofrece la universidad pública, y su contribución a la empresa y a la tecnología locales con la formación y aplicación de conocimiento; ni parques tecnológicos ni empresas en áreas punteras habrían sido posibles sin este flujo vital que, pese a todas sus ineficiencias, emana de la universidad. También se refirió al papel de la mujer en la ciencia; en España la participación de la mujer en la matrícula universitaria pasa del 20% hace 60 años al 56% en la actualidad, y en crecimiento, con un boom de la universidad pública. El porcentaje de mujeres en ciencias de la salud se mantiene en el 70%, sube en la última década en ciencias sociales y derecho, arquitectura, veterinaria, trabajo social y otros servicios (aunque no en carreras de turismo), y cae en ingenierías, matemáticas y estadística, informática y ciencias. Algo falla en la Universidad, y también en la investigación y en la empresa con las condiciones de trabajo y remuneraciones que ofrecen, para que no se estimulen estos estudios, difíciles pero que son el corazón del progreso de un país.

Dos apuntes sobre el Día Internacional de la Mujer. Una, que se trata de un movimiento de derechos civiles impulsado desde el socialismo, que forma en los años sesenta a un movimiento feminista sobre libertad en la forma de vivir, igualdad laboral y papel en la sociedad y en la empresa. Más que mirar al pasado y sus circunstancias, hay que plantear el feminismo en las sociedades democráticas de forma práctica: el desarrollo profesional, atención a la familia, libertades, y seguridad ante la violencia. Y en las no democráticas, como una cuestión de derechos civiles, de aquí la importancia del compromiso del gobierno Biden-Harris de llevar a la ayuda exterior los criterios de la nueva política sin precedentes en Estados Unidos sobre la igualdad de género.

La otra idea me viene de The Wife of Bath: A Biography (Princeton), el libro de Marion Turner, de Oxford, sobre Alison, el inspirador icono feminista de Los cuentos de Canterbury de Chaucer, que enviudó cinco veces, y llevaba una vida, en el siglo catorce, con unas libertades sorprendentes; aunque es una figura de ficción, muestra que la mujer disfrutaba de libertades que se fueron perdiendo ante reacciones sociales, principalmente en el siglo diecinueve. "Alison es -dice Marion Turner- una mujer real, no una princesa, una criada, o una bruja. sino una empresaria, con su dinero, sexualmente activa". Este apunte de una época tan lejana regocija por las peripecias y el alegre descaro de Alison, pero también es una advertencia sobre la fragilidad del movimiento feminista, cuyo progreso no está garantizado, como observamos en la reticencia ante subidas salariales que afectan principalmente a mujeres, el cuestionamiento permanente sobre el embarazo, y la falta de cuidado al elaborar leyes que buscando protegerlas hacen verdad aquello de que el infierno está empedrado de buenas intenciones.

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