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Aquí se revisa la gastronomía desenfadada con la mismísima literatura. Un brindis por los buenos libros desde el lugar de reivindicación de Ramón María del Valle-Inclán, cuya efigie atrapa a los comensales.
Hablamos del corazón de Madrid y del barrio de sus escritores. En el llamado Callejón del Gato, entre la Puerta del Sol y la plaza de Santa Ana, Valle-Inclán sigue presente en un restaurante que lleva su nombre, en el mismo lugar donde surgió la idea del esperpento. En los espejos de una taberna de este callejón donde se encuentra ahora el Inclán Brutal Bar se deformaba la silueta de los transeúntes que pasaban por el lugar. La realidad se deformaba en un mundo que además por entonces se caía a pedazos.
A modo de aventura quijotesca Max Estrella parece seguir deambulando por las Luces de Bohemia. Este callejón fue rotulado en honor al poeta Juan Álvarez Gato, no está dedicado a un minino, así que el espíritu literario flota en el ambiente mientras la decoración entre flores y libros abruma en este recomendable restaurante madrileño para tomar, por ejemplo, una cena divertida entre cócteles excelentes.
Inclán Brutal Bar nació con una carta destacada y desenfadada y su decoración es una amplia complicidad literaria y canalla a través de la fascinación por el autor de las Sonatas.
Una decoración en tonos rojos y dorados, con un jardín interior que invita a que las tardes se alarguen cuanto antes y que viene todo a ensalzar el ambiente bohemio y heterodoxo del autor de barbas infinitas.
A mayor gloria de Luces de Bohemia, en este local se ensalzan de forma renovada los gustos castizos como las croquetas melosas, los arroces ibéricos o la tortilla trufada. A la cocina autóctona revisitada, como el pollo gamberro, se le puede añadir la burrata con inyección de pesto, el lingote de foie con mango, o los orientales baos, que si llevan en su interior una buena elaboración no tienen por qué ser reiterativos. Los recipientes portan además de forma temática la comedia, digo la comida.
La carta sin ser extensa tiene margen para completar un menú interesante para una reunión informal, un encuentro familiar o entre amigos, regados con premiados y centelleantes cócteles. Siempre, a la gloria del autor gallego, un punk adelantado en décadas. Él se habría pedido unas zamburiñas con kimchi soasadas en la mesa.
Y por qué no rematar con una tarta de queso, con chocolate costrado con helado de violetas. Es el Madrid futurista que hubiera imaginado don Ramón.
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