Análisis

Joaquín Aurioles

El enredo de los tipos de interés

Finalmente, el BCE subió el tipo de interés oficial en medio punto, hasta el 3,5%. Era lo anunciado antes de las crisis bancarias y probablemente haya pesado el temor a sembrar dudas sobre la fortaleza de la banca europea. También se envían otros dos mensajes. El primero, que estará presto a intervenir en caso de tensiones de liquidez, quizá porque no se olvida la metedura de pata de la subida promovida por JC Trichet, cuando presidía la institución en el verano de 2008. El segundo, que habrá más subidas porque la inflación sigue siendo el objetivo prioritario de la política monetaria y continúa fuera de control. Se despejan de esta forma las dudas sobre la posibilidad de aplazamiento o de limitación de la subida a un cuarto de punto. Había quien lo esperaba, no solo por las tensiones bancarias, sino también porque la inflación en la eurozona, que en febrero se situó en 8,5, viene descendiendo desde octubre de 2022, cuando alcanzó su máximo reciente (10,6).

Los precios comenzaron a subir a principios de 2021 (en diciembre de 2020 bajaron tres décimas) y en julio de ese año se superó, por primera vez desde julio de 2018, el objetivo del 2%. Un año después, en julio de 2022, el BCE subió el tipo de interés, que se encontraba en cero, en medio punto y desde entonces se han producido otras cinco subidas, hasta el 3,5 actual. El resultado no ha sido el esperado pese al descenso de los últimos meses, porque los precios siguen estando inaceptablemente elevados, y algunas críticas han comenzado a aparecer. Entre ellas, la sugerencia del FMI sobre reconsiderar si el objetivo de inflación debe mantenerse en el 2%, pero sobre todo en relación con la oportunidad de subir tipos cuando el momento cíclico no es claramente alcista. Entre sus consecuencias están las del frenar el consumo y la inversión, es decir, la mayor parte de la demanda agregada, pero si la causa de la inflación no está en el crecimiento excesivo de la demanda, sino en una fuerte contracción en la oferta, entonces la medida podría resultar contraproducente.

Entre las secuelas de la pandemia estuvo el desabastecimiento de los mercados, provocado por la ruptura de las cadenas de suministro y, pese al moderado tono de la demanda, los precios comenzaron a crecer. En febrero de 2022, cuando la invasión de Ucrania, habían escalado hasta 5,9 y hasta el máximo de 10,6 en octubre. En este contexto, una subida de tipos no solo desalienta el consumo y la inversión, sino que también perjudica a una oferta ya suficientemente castigada por el lado de los costes y el resultado puede ser el de deprimir todavía más a la economía.

El BCE reconoce que su estrategia monetaria no consigue los resultados esperados. Los precios resisten y aumenta el riesgo de crisis, pero está obligado a insistir. Si la inflación es 8,5 y el tipo de interés 3,5, el tipo de interés real es negativo en 5 puntos, lo que significa que quien conceda préstamos a un año en estas condiciones perderá dinero. Si el BCE no reacciona para intentar cerrar la brecha cuanto antes, el riesgo de que el mercado del crédito a corto plazo se venga abajo, y con ello la liquidez de la economía, sería algo más que una posibilidad.

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