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Cop significa Conferencia de las Partes, y 29 el número de sesiones celebradas desde que Naciones Unidas lanzó esta iniciativa por el medio ambiente. Con más de tres décadas de reuniones, está claro que no es un una moda sino una preocupación que ha calado hondo en muchas personas de muchos países; y aunque las naciones que asisten tienen recelos ante las medidas a adoptar por el coste económico y presión de algunos sectores, nadie niega la realidad del cambio climático y el daño creciente de sus efectos.
Esta COP 29 que se celebra en Bakú, Azerbaiyán, podría llamarse la de las finanzas, pues se ha llegado a un punto en el que la credibilidad de las COP pasa por movilizar recursos que responden al menos a cuatro cuestiones. Una, de la inmensa cantidad estimada, que se cifra en 1,3 millones de millones de dólares anuales hasta 2035 para la transición productiva hacia una economía con menor impacto de huella de carbono, se han acordado inversiones de 300.000 millones, pero no son subvenciones sino que toman formas diversas. Segundo, hay también acuerdo para constituir un fondo internacional para emergencias climáticas. En tercer lugar, los fuertes programas públicos de inversiones como el de Estados Unidos, el interés de los bancos y el sistema financiero en reducir riesgos medioambientales en sus carteras de inversión, y las inversiones privadas en tecnologías amigables con el medio ambiente, muestran un panorama complejo y lleno de contradicciones. Y una cuarta cuestión es la división y carga entre países ricos y pobres; sin embargo, todos somos vulnerables, y dentro de España estamos viendo que hay zonas que están sufriendo más los efectos del cambio climático, y que plantean exigencias fiscales muy fuertes al gobierno central y a la Comunidad Europea.
Precisamente la Comunidad Europea es el área que ha venido liderando estos temas desde los conocidos acuerdos de París, y de ahí el interés de la presidenta de la Comisión de tener como vicepresidenta a una persona como Teresa Ribera, con un enfoque sensato y negociador, como mostró con la solución al problema de Doñana, y una peculiar habilidad en lo económico, consiguiendo abaratar el precio de la electricidad en el momento más duro de la guerra de Ucrania. Sin embargo, Francia ha tenido que retirar a su ministra de medio ambiente de la COP29, ante las declaraciones de Ilham Aliyev, presidente del país anfitrión en contra de su país, ya que Azerbaiyán tiene un conflicto con Armenia, a la que apoya Francia. Aunque han pasado años el genocidio en Armenia está clavado en el corazón de Europa, y recordamos que, por ejemplo, Antonio Banderas rechazó para una película el papel de Kemal Ataturk, fundador de la Turquía moderna, pero comprometido en ese drama. Y ahora, qué peculiar resulta el comportamiento de algunos políticos que aprovechan cualquier circunstancia para sembrar discordia, aunque dañe una conferencia vital para el mundo. Esta falta de sentido de algunos no quita relevancia a COP29, y aunque se ponga el énfasis en las ausencias, desacuerdos y frustraciones, no va a impedir que personas de buena voluntad se sigan reuniendo y den un tono positivo a cómo enfrentar lo que es, después de las guerras, el mayor problema que tiene hoy la humanidad.
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