Sin saber no sólo quién estará al frente de RTVE el año próximo y, sobre todo, qué fórmula se seguirá finalmente para la renovación de su consejo de administración, la corporación pública parece discurrir por una perpetua transición. Su administradora única, Rosa María Mateo, igual plantea el desmantelamiento de Torrespaña como pide una generosa propina para hacerse con los derechos de los Juegos Olímpicos del año próximo, emisión que por ahora está en manos de Discovery. La 1 cuenta con una parrilla más bien frágil, indiferente, impropia para el canal público de referencia de un país como España, mientras el resto de señales se pierden por el mando. Al menos quede constancia del esfuerzo por potenciar la web y las aplicaciones para enfilar el servicio hacia el futuro. La plataforma de contenidos juveniles Playz sigue aspirando a contar con un público que de otra forma no se le ocurriría sintonizar con RTVE y Clan es al menos una valiosa marca por su aportación a las familias.

TVE cumplía este lunes 63 años de emisiones, una vitola de veteranía que no se refrenda en el aprecio y reconocimiento del público, cuando La 1 está por debajo del 10% y los Telediarios son tercera opción entre los espectadores. La corporación vive un momento crítico, tan triste como su devenir en los últimos 30 años. Ni supo encarar con autoridad y prestigio la competencia con las cadenas privadas ni ha encontrado posteriormente un modelo de estabilidad pese a los reiterados esfuerzos. Toda la buena voluntad que ha existido en determinados momentos, como durante la gestión del presidente Rodríguez Zapatero, se ha venido abajo con las pugnas políticas por el control y una filosofía tóxica sobre la función de la cadena pública. Lo último fueron las represalias en el seno de los informativos tras la etapa de evidente manipulación de José Antonio Sánchez, nombrado por el PP, y que sólo ha traído más enfrentamientos y mala impresión de cara a la opinión pública.

A sus 63 años RTVE sólo despierta dudas y dolores.

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