Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Estar a la altura de la apuesta europea

Qué duda cabe que ante una circunstancia como la que se presentó con la pandemia lo más acertado fue que el orden establecido saltara por los aires y que se hiciera todo lo necesario por resolverla. Así, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento europeo tuvo que suspenderse, la política monetaria se intensificó con un programa monstruo de compras de activos financieros, y la política fiscal por primera vez se comportó como europea, poniendo en marcha un macroprograma de estímulos, el Next Generation EU, especialmente beneficioso para España. La contundencia de la respuesta europea actual tiene maravillados a muchos, que no dejan de alabar lo bien que se ha hecho todo en esta ocasión en comparación con 2008. Sin embargo, tanto entonces como ahora ha sido crucial para nosotros la apuesta europea.

De la crisis de 2008, sólo recuerdan la "maldita" austeridad que impusieron. Y es verdad que la consigna fue ahorrar, equilibrar las cuentas públicas y contener la deuda. Pero sin quitarle una crítica a la quizá excesiva rigidez impuesta, podemos alegrarnos a posteriori de ese esfuerzo, que en gran parte ha posibilitado lo que se ha podido hacer ahora: ¿cómo hubiéramos podido enfrentar esta nueva crisis si no nos hubiéramos apretado el cinturón?, ¿cómo podríamos haber echado mano del sector bancario si no estuviera reestructurado y no se le hubiera obligado desde entonces a mejorarse?

Además, los españoles no debemos olvidar otro aspecto esencial: la enorme respuesta monetaria europea. Tardó, pero luego rompió todos los moldes. Las palabras de Mario Draghi en 2012 hicieron descender la elevadísima prima de riesgo española, evitándonos la quiebra. Es verdad que entonces Europa sólo fue capaz de esta política fiscal encubierta, pero la combinación de austeridad con la actuación del Banco Central Europeo nos salvó, y salvó al euro.

Y ha sido la utilización masiva de los instrumentos monetarios la que ha obligado a Europa a adoptar con esta nueva crisis una política fiscal a las claras y conjuntamente: la vía monetaria estaba desgastada, pero había situado los tipos de interés a niveles tan bajos, que hacía posible el embarcarse en un plan de estímulos fiscales sin precedentes.

Bienvenida sea esta evolución. Ahora estamos más que estimulados desde ambos frentes. Y lo que toca es que cada uno de los países, y España principalmente, se comporte a la altura de esta gran apuesta. Y hay que hacerlo en los dos niveles. Por una parte, buscando la eficiencia en la utilización de los recursos desplegados, poniendo el énfasis en la inversión para mejorar la resiliencia de la economía europea, y extremando la calidad de las políticas públicas, convirtiendo las auditorías del gasto en algo recurrente. Y por otra, en cuanto el crecimiento se afiance, hay que volver al orden, restaurando un plan de consolidación fiscal y el objetivo de deuda, con objetivos realistas y normas sencillas, dotadas de flexibilidad y que sean de obligado cumplimiento.

El BCE tiene que ser una entidad independiente y no debe verse obligado a financiar déficits y a procurar la sostenibilidad de la deuda de una manera indefinida.

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