La fontanería de la presidencia causa fascinación a cualquier ivanredondo y el funcionamiento de la complicada administración interministerial, un juego de intrigas frágiles, despertaría el interés de cualquier opositor o de un contertulio ferrerista. Convertir todo eso, El ala oeste monclovita, en un relato satisfactorio sin caer en sesgos o sensacionalismos, relega la anunciada docuserie sobre la Moncloa en un proyecto tan desafiante como dudoso. Resbaladizo por lo pronto.

Sólo con añadir el nombre del presidente ya suscita todos los recelos. Los retratos de cámara no interesan a un gran público, la política está más alejada que nunca de la gente (decepcionada, desencantada, ahora con los bolsillos rebañados y con mucho miedo) y la casa no se puede reconstruir por el tejado de pizarra a las afueras de Madrid donde los ministros deciden nuestro futuro inmediato.

No son tiempos de presidencialismos huecos y aún menos en cinemascope. Los personalismos tienen una pátina peligrosa y este anuncio de un amplio masaje sobre el personal de la Moncloa y ya de paso a sus inquilinos (temporales, recordemos) más ilustres, del "pte" al último asesor, no llega en buen momento.

Tal vez no nos interesa saber cómo funciona la Moncloa en un momento tan crítico. Lo que desea el espectador, el votante, es que se gestione mejor. Los fuegos artificiales, mejor para más adelante.

Curro Sánchez Varela (para presentarle se le agrega que es hijo del recordado Paco de Lucía) es el encargado de una docuserie de Secuoya y The Pool que desde fuera se antoja jabonosa.Si ya lleva quince días grabando, que trabaje y ya veremos. Es el cineasta y su equipo los que tienen que hacer útil e interesante el proyecto.

Un presidente tan pagado de sí mismo por su imagen (recordemos sus eternas peroratas cuando estábamos prisioneros en casa) no necesita docuseries ni apariciones extras. Ni que se cuenten sus proezas cuando aún está en activo. Es indecoroso.