Los principales índices globales continúan registrando caídas ante un escenario geopolítico volátil y que cada vez parece más claro que será largo. Las revisiones de beneficios a nivel global han pasado a terreno negativo por primera vez desde septiembre de 2020. El miedo a una guerra larga, que implicaría estanflación, ha impulsado las ventas de renta variable.

La Bolsa también recoge negativamente la escalada de las materias primas. El hecho de que Rusia sea uno de los mayores exportadores de materias primas del mundo implica un deterioro de las expectativas de crecimiento global, y en particular de las economías europeas. Adicionalmente, la Administración Biden está considerando prohibir la importación de productos petroleros y energéticos rusos como nueva sanción por la invasión.

Los bancos centrales se enfrentan a la difícil tarea de endurecer la política monetaria para contener las subidas de precios y el deterioro de la renta disponible, sin dañar la expansión económica.

En Rusia, Putin firmó un decreto que permite que el Gobierno y las empresas paguen a los acreedores extranjeros en rublos, con el fin de evitar los incumplimientos mientras se mantengan los controles de capital. A nivel empresarial, una gran cantidad de empresas han anunciado que han detenido su actividad en Rusia, lo que reducirá sus ventas y afectará a la economía en general.

Las bolsas asiáticas y europeas cotizaron en rojo, con un retroceso del 0,99% en el Íbex 35, que cierra por debajo de 8.000 puntos y tras una jornada que se inición fortísimas caídas.

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