Visto y Oído
John Amos
Tribuna Económica
En Israel hay una fuerte censura y penalización de disidentes en universidades y empleos públicos, pero no han conseguido acallar a quienes quieren negociar a cualquier precio para recuperar los rehenes que Hamas tomó el 7 de octubre; desde otro punto de vista, puede decirse que Israel ha tomado como rehén a Gaza entera. Partidos que no forman parte del Gobierno, trabajan en tímidas acciones en una situación que puede resumirse así. Uno, para Israel esta guerra no puede durar, pues es una democracia donde la gente no acepta un deterioro grave de la economía. Dos, la presión internacional es muy fuerte, y entre las víctimas indiscriminadas de los bombardeos de Israel están las de la propia comunidad cristiana en la iglesia de San Porfirio en Gaza. Tres, es imposible aniquilar o expulsar a todos los palestinos, como intentaron en 1948 cuando echaron a 750.000 de sus casas, ocupadas luego por quienes ni siquiera eran judíos. En los territorios hay 5,35 millones de personas, y en países de la zona hay además 5,9 millones de palestinos refugiados. Cuarto, es preciso hablar de ocupación, asentamientos, control administrativo de Israel, de los dos estados, y la cooperación con un gobierno representativo distinto a Hamas. Pero la esclerótica Autoridad Palestina ni es ni quiere ser una solución y los estados musulmanes rechazan hacerse cargo. En una entrevista por Steve Inskeep de la NPR a Netanyahu, éste es incapaz de articular una idea sobre cómo se va a gobernar Gaza tras la ocupación; Israel desarrolla una estrategia militar sin tener una política, sabiendo que una victoria militar no lleva a una paz duradera. Siempre es necesaria una solución política, pero esta es casi imposible cuando las cosas se han degradado; por eso, frente a la obcecación debemos valorar siempre a aquellos que se esfuerzan por perdonar y recuperar la convivencia, aunque irrite la estupidez del contrario y no merezca concesiones.
No hay cosa más triste que escuchar a personas de edad hablar de un conflicto que han vivido desde niños. Leí (Financial Times 14/15, octubre) al filósofo, representante que fue del PLO en Jerusalén, Sarí Nusseibeh, que contaba cómo pese a su aversión al sionismo, le ilusionó la experiencia socialista de los primeros años y la solidaridad de los kibbuts, que pensó podían ser un ejemplo para Palestina; pero pronto la política dejó paso a gobiernos de derechas e integristas. Y en la columna de al lado, el entrañable Simon Schama defiende por supuesto a Israel, pero se desespera y dice: “El gobierno de Netanyahu ha rehusado obstinadamente oír a quienes le advertían de que la seguridad del país la ponían en peligro políticas peligrosamente divisivas… y su legado será para siempre esta catástrofe”. Gente más joven como la rabí Delphine Horvilleur y el escritor Kamel Daoud entablan un diálogo en L’Obs, 1 noviembre, explicando Horvilleur cómo históricamente su propia potencia hace olvidar a Israel su vulnerabilidad, y que esta conciencia perdida hace necesaria una reflexión política. Y por su parte, Daoud, compungido, refiriéndose al fanatismo de Hamas dice algo tan directo como que “ojalá pueda un día Dios liberar a Palestina de los liberadores de Palestina” –lo cual es fácil de aplicar hoy cambiando el nombre del país–.
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