Miguel Bosé parece por momentos un garabato de sí mismo. El tiempo y los excesos le hicieron mella y más de un roto, como la garganta. Seguir su narración en Bosé renacido, la docuserie biográfica en Movistar Plus +, se torna fatigosa. Miguel ha vivido mucho más de lo que le sustentan las articulaciones y su vida es una sierra afilada donde los subidones se suceden a bajadas de tobogán. En esa persecución por la felicidad que nos hace movernos a todos, el efebo hijo de Lucía Bosé tuvo de todo lo que un humano pediría al genio de la lámpara. Y ese cóctel (belleza, sexo, dinero, éxito) termina siendo una sobredosis letal por hartazgo y por frustración.

Lo que más llama la atención es que al hombre más deseado de España durante siglos, cosas que antes gustaban clasificar, hay mucha frustración. Y un resquemor, entre el desencanto y el aprecio, por unos padres que no terminaron de quererle cuando lo pedía. Efectivamente, en el lado de los reproches por su homosexualidad seguro que bastantes satélites encendían a Dominguín padre contra un heredero que entendía que no estaba a su altura de macho.

La docuserie se anima cuando el cantante supera sus vivencias infantiles y va a al grano de cómo se gestó una estrella vanguardista que con los años decidió tomar el camino fácil de la autocomplacencia (y, con ella, el progresivo declive).

Tras la creación y montaje se encuentra la productora ejecutiva del mundo MasterChef, Macarena Rey, amiga personal del cantante y que no esconde las sombras aunque parece en ocasiones que opta por taparlas con un velo de compasión.

Miguel Bosé ha venido decepcionando mucho en todos estos últimos años. Su docuserie no decepciona aunque por momentos late clasismo y se convierte en estomagante.

La clave es visionarla en dosis más reducidas que los propios capítulos. Bosé interviene entre la ufanía y la contrición, con un poso de soberbia y un reconocimiento de haberse ido de sí mismo de las manos.

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