El día que TVE consiga un tema con aspiraciones en el Festival de Eurovisión las cifras de espectadores serán de auténtica locura. Interesa tener algún día alguien que se ponga en el Top 5 de las previsiones. Eurovisión es un acontecimiento generalista, que todavía es capaz de reunir a toda la familia, como sucede cuando la selección de fútbol avanza en los torneos.

Si en 2022, en la Italia de Raffaella (nos quedamos sin la presentadora más apoteosica que hubiera podido tener esa gala), La 1 es capaz de atinar con el representante en el festival ese programa podría superar fácilmente los 8 millones de espectadores como de media ha amasado el equipo de Luis Enrique (al que hemos perdonado su arrogancia por los buenos ratitos de emoción y hasta de angustia que ha echado el personal). La 1 necesita de aquí a mayo contenidos que vuelvan a atraer la atención de ese público generalista que cambia de canal nada más verle la cara a Jesús Cintora, el farruco.

En índices de audiencia la selección habría tenido aún mejores datos con una promoción ilusionante en la fase previa. Todo lo que rodeó a esos partidos de La Cartuja parecía planeado por un enemigo de este país. Y Telecinco, justa de presupuesto para todo lo que fuera el despliegue de la Eurocopa, lo ha fiado a lo que sucediera en el césped, sin aportar más expectación, didáctica o interés. Esa semifinal donde faltó resolución para pescar la victoria ha vuelto a ser el acontecimiento que ha pegado a todos los espectadores al completo ante la pantalla, sufriendo juntos con más de 14 millones de espectadores anotados por los audímetros. El mundial, en esta ocasión, está a la vuelta de la esquina (hay que clasificarse aún, demos por hecho que así será) y a poco que rueden las cosas la atención de la audiencia partirá desde el primer pitido. La selección y Eurovisión, con su rima, son los únicos que pueden congregar en estos momentos a casi todo los españoles ante el cristal