Alberto Grimaldi

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Aciertos, errores y falsos mitos tras el histórico 19-J

La apuesta ideológica de Moreno convenció frente a la izquierda que no garantizaba frenar a la ultraderecha

Una persona deposita su voto el pasado domingo.

Una persona deposita su voto el pasado domingo. / José Ángel García

TRAS el contundente resultado que decidió el cuerpo electoral de Andalucía hay un cambio sociológico que hace del 19 de junio de 2022 una fecha histórica y no sólo por lo evidente: que el liberalismo igualitario que define el proyecto político del PP andaluz de Juanma Moreno es una opción que ha calado hasta hacerle triunfar en todas las provincias y otorgarle una mayoría absoluta más propia de otras épocas.

La apuesta de Moreno de conjugar el mantenimiento de los derechos del estado del bienestar con la aplicación de una política económica liberal que facilite la iniciativa privada con menos intervencionismo y burocracia ha conectado con la sociedad andaluza.

Se trata de una política que trazó desde que en enero de 2019 alcanzó el Gobierno de la Junta de Andalucía. Las formas y los hechos han logrado que esa apuesta se traduzca en un acierto ideológico, capaz de crear una nueva mayoría social en Andalucía que en los primeros 37 años de Autonomía parecía reservada en exclusiva a la socialdemocracia andalucista que representó el PSOE-A, desde la preautonomía hasta las elecciones de 2018.

Su liberalismo igualitario andaluz tiene además una consecuencia: el espacio político que negó el autogobierno pleno pidiendo la abstención o el no en el referendo del 28 de febrero de 1980 abraza las señas de identidad del andalucismo. La imagen de Moreno eneseñando sin complejo alguno la bandera en la victoria electoral lo simboliza. Y el apoyo mayoritario de los andaluces (más del 40% de los votos para el PP en las 8 provincias) supone que el electorado actual ya no le pasa factura por aquel error histórico del centro-derecha de los primeros años de la democracia.

A ese acierto ha unido otro íntimamente conectado con el anterior: presentarse como el único capaz de preservar el sistema político que más prosperidad ha dado a Andalucía ante la amenaza cierta de un partido de la derecha dura que está contra el sistema autonómico, a la que une los típicos tics propios de la ultraderecha populista: xenofobia, negacionismo del cambio climático, proteccionismo patriótico y, en el caso español, también del problema social de la violencia machista.

El atrevimiento de pedir el voto útil ha calado entre los andaluces de distinto espectro social e ideológico.

Esos aciertos entroncan también con los errores clamorosos de sus rivales políticos, singularmente el PSOE-A de Juan Espadas. Y no podrá decirse que no se han señalado durante toda la campaña y precampaña.

El primero es no tomarse en serio la tarea de competir con Moreno desde el mismo momento en que fue elegido secretario general y candidato socialista. Su obcecación por mantenerse hasta finales de diciembre en la Alcaldía de Sevilla cuando tenía un problema de conocimiento evidente entre los andaluces y ser visto como reciente alcalde hispalense le lastraba en una comunidad localista. El segundo error es enfocar la campaña a un mensaje único: que Moreno dependería de Vox. El error se hizo irreparable al negarse de plano a contribuir con una abstención a frenarla, porque al no ser alternativa hacía prescindible el voto al PSOE, y abría la opción de hacer fuerte al PP como única solución: lo que ha ocurrido.

Este histórico 19-J desmonta el mito de que el PSOE pierde por la abstención o la fragmentación. La participación creció casi dos puntos, y pese a ello los socialistas tuvieron 127.182 menos que en 2018. Igual ocurre con los partidos a su izquierda, que perdieron 136.291 sufragios. No es que saquen menos escaños separados, es que además les votaron menos.

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