Visto y Oído
Magno
Salud sin fronteras
La evolución paulatina hacia la cronicidad de los problemas de salud de la ciudadanía nos ha llevado, desde hace años hasta ahora, a una situación en la que se nos presenta un panorama en el que las necesidades tanto en materia de prevención, como de cuidados, asistencia y rehabilitación no son cubiertas adecuadamente por los servicios de salud.
Las perspectivas en cuanto a la evolución demográfica de los próximos 10-15 años apuntan a un incremento exponencial de necesidades que estarán vinculadas tanto al mayor número de personas con edades superiores a 65 años, como a la mayor capacidad y efectividad de los tratamientos que harán que muchas enfermedades sean cada vez más crónicas.
Este cuadro, en el que se describe de manera esquemática una situación que ya es más que evidente en nuestros servicios de salud y nuestros servicios sociales, no tiene aún una respuesta adecuada tanto en lo que se refiere a diseños organizativos como a dotación de profesionales sea en número, sea en cualificación. La respuesta a la cronicidad es (salvo honrosas excepciones) una asignatura pendiente que nos hace perder eficiencia y calidad en nuestra respuesta institucional. Hay que señalar que existen modelos en marcha y respuestas específicas que merecen ser puestas en valor, analizadas y extendidas, una vez evaluada su utilidad. Pero de las diversas cuestiones que hemos de abordar para poder atender bien este área de necesidades vinculadas a la cronicidad, merecería la pena apuntar hacia algunos aspectos siendo valientes y atreviéndose a caminar de manera decidida a la mayor incorporación de los profesionales de la enfermería y de los profesionales farmacéuticos a la prestación de servicios, con una mirada mucho más amplia de la que ahora lo hacen.
Cada uno en su ámbito pero, incluso, en ocasiones con competencias que pueden ser compartidas en determinadas áreas, la incorporación de enfermeras y farmacéuticos a labores y funciones definidas en la cartera de servicios, podría probablemente aumentar la efectividad y la calidad del sistema sanitario. Más aún cuando estamos en puertas de disponer amplias capacidades vinculadas a procedimientos de inteligencia artificial que, de aplicarse bien, mejoraran la efectividad de la práctica clínica entendida en sentido amplio (desde la promoción, la prevención, la asistencia o la rehabilitación).
Incorporar con más competencias a profesiones como enfermería o farmacia, seguro que puede generar controversias. Algunas estarán vinculadas a la necesidad de ofrecer garantías cara al paciente y deberán ser abordadas con rigor en el análisis. Otras controversias podrán estar vinculadas a intereses corporativos que, siendo respetables, no pueden estar por encima de los intereses de los ciudadanos y de los pacientes. Así que creo que se dan las condiciones para ponerse manos a la obra.
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