Una vida a través de la pintura
Bodegas Campos organiza una exposición retrospectiva de la obra de la pintora cordobesa Lola Valera · La empresa celebra su centenario y crea una fundación
Una pintora con una larga trayectoria artística, con una gran experiencia pictórica y que está ligada a un establecimiento de tradición, solera y prestigio. Dos circunstancias que se unen por un motivo: el centenario de Bodegas Campos y la creación de su Fundación. Para celebrar su aniversario el restaurante cordobés ha programado una serie de actividades que se iniciarán el 25 de abril con una exposición antológica en la antigua Ermita de la Candelaria de Lola Valera, sobrina de los fundadores de esta empresa. Además la exposición tiene dos finalidades: reunir unos cuadros hasta ahora dispersos en el tiempo y en la geografía española, y saldar la deuda de gratitud que Bodegas Campos tiene con la artista, volcada desde muy joven con la empresa.
La pintora cordobesa Lola Valera nació en noviembre de 1927. Con 18 años inició sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, donde permaneció hasta 1949. A pesar de su amor a la pintura, su familia se opuso inicialmente a que marchara fuera de la ciudad para continuar con su formación artística, lo que le impidió continuar con sus estudios pictóricos.
Tras esta interrupción, que duró dos años, pudo retomar su carrera en 1951, cuando ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Finalmente Valera pudo desplazarse hasta Madrid y matricularse en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando para continuar y mejorar sus estudios gracias a la beca Rafael Romero Barros, concedida por la Diputación Provincial de Córdoba. La cuantía de esta ayuda era de 6.000 pesetas anuales durante un plazo de cuatro años.
La capital, donde permaneció desde 1953 hasta 1956, le trae grandes recuerdos ya que fue allí donde conoció a Antonio López, que le realizó un retrato, y a Tomás Egea-Azcona, con el que contrajo matrimonio más tarde. Ahora esta muestra recupera los trabajos que Valera realizó en esta época porque "la exposición tiene carácter retrospectivo", señala Valera.
Una pincelada rápida pero empastada y una cierta predilección por los encuadres inmediatos y las composiciones directas caracterizan sus trabajos de estos tiempos, en los que predominan ambientes abiertos, jardines y entornos urbanos.
Tras un fugaz regreso a Córdoba, Valera y Egea-Azcona se desplazaron hasta París, donde entraron en contacto con los miembros del Equipo 57 y Eduardo Arroyo, entre otros artistas españoles residentes en la capital francesa. Tras un tiempo en el país galo deciden regresar a la ciudad de la pintora, donde ésta comenzó una secuencia de retratos entre los que abundan modelos femeninos. Una configuración estilizada caracteriza esta serie de trabajos, en los que se aprecia su desdén por la retórica y su aprecio por la austeridad de las imágenes. Más tarde volvió al paisaje urbano, en el que los elementos de arquitectura popular y los blancos caseríos favorecían su tendencia a plasmar sencillas composiciones. Entre 1977 y 1994 impartió clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, donde ella había sido alumna. Esta dedicación, junto a una dolencia física, motivó que fuera espaciando el acto de pintar.
Una larga carrera resumida en una muestra, una retrospectiva de la obra de Valera desde sus primeros trabajos. "Lo que más abundan son los retratos y paisajes, de Madrid y sobre todo de Córdoba", apunta. Diferentes técnicas (lo que más ha utilizado es el óleo, "pero también hay gouache, y diversos formatos") conforman la evolución de una obra y una artista. La historia de una vida a través de imágenes que definen lo que para ella significa el acto de pintar: "La pintura es sensación, color. Yo creo que pintar es ver una cosa bella que nos impresiona y que el pintor comunica luego a los demás".
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