La verdad de las mentiras

Íñigo Ybarra publica una valiosa y amena biografía del inclasificable polígrafo Mariano Pardo de Figueroa, más conocido por su seudónimo de doctor Thebussem

El escritor Íñigo Ybarra, cuya primera novela editará próximamente Metropolisiana.
Ignacio F. Garmendia

27 de noviembre 2009 - 05:00

Pocos conocen o recuerdan su nombre verdadero, pero el seudónimo con el que publicó los más de setenta volúmenes que dio a la imprenta es como una contraseña secreta para los aficionados a la filatelia o a la gastronomía, por citar dos de las grandes pasiones que llenaron la vida de este gaditano medio olvidado cuya varia y pintoresca trayectoria bien merecía una biografía. No es que Mariano Pardo de Figueroa y Serna (Medina Sidonia, 1828-1918) no hubiera sido objeto de distintas aproximaciones biográficas, publicadas las más por amigos y contemporáneos que alcanzaron a tratarlo, pero estos viejos retratos necesitaban ser restaurados. La nueva biografía de Renacimiento no sólo recupera y ordena la información fiable -lo que no es pequeña tarea, tratándose de Thebussem-, sino que es además un libro lleno de encanto, repleto de anécdotas jugosas y de amenísima lectura.

Autor de varios ensayos biográficos y de investigación, Íñigo Ybarra Mencos (Sevilla, 1960) ha cultivado el género de viajes -véase su personal memoria del camino de Santiago en A trompicones (2001)- y acaba de terminar su primera novela, Las ardillas, que será publicada dentro de unos meses por la editorial Metropolisiana. Curiosamente, muchos de los documentos manejados para la elaboración de esta biografía -críticas literarias, colecciones de menú, volúmenes de cartas: en el apéndice se reproducen algunas muestras- pertenecen al archivo familiar de don Eduardo Ybarra Hidalgo, sabio humanista y sevillano benemérito, padre y maestro de un autor que ha podido leer las primeras ediciones de los libros de Thebussem sin salir de la biblioteca de su casa.

Corresponsal infatigable, poseído por un desmedido afán coleccionista, religioso, conservador y monárquico, don Mariano representa toda una veta de nuestro siglo XIX. El nombre literario ocultaba apenas una palabra -embustes- que define muy bien el carácter fantasioso de Pardo de Figueroa, su idea de la mixtificación como bella arte. Según nos cuenta él mismo, Thebussem habría sido un bibliómano alemán y devoto cervantista, propietario del castillo de Thirmenth (mentir) en Wurtzbourgh, que falleció en 1815 y cuyo formidable museo cervantino habrían continuado sus herederos. Entre los empleados del doctor se contaría un tal Droap (Pardo), comisionado por Thebussem para viajar por España y hacer acopio de noticias relacionadas con el autor del Quijote. La improbable pareja le sirvió al asidonense para dar rienda suelta a su temprana vindicación de la obra cervantina, que llamó desde el principio la atención de los eruditos y convirtió -felizmente o acaso no tanto- el cervantismo en una moda. Con el tiempo, el seudónimo acabaría por apropiarse del autor y el nombre de Pardo de Figueroa -que tomó distancia respecto a la novísima fiebre cervántica- desapareció para siempre de las prensas.

Toda la obra de Thebussem fue publicada en folletos de cortas tiradas, a veces reunidos en volúmenes, que el autor publicaba a su costa, de ahí que las ediciones originales se hayan convertido -ya lo eran entonces- en rarezas bibliográficas. Su lista de intereses es infinita. Fue un apasionado de los ex libris, que estudio y coleccionó sin descanso, cuando nadie entre nosotros prestaba atención a estas hermosas estampaciones de biblioteca. A él se debe, asimismo, la recuperación del colofón, que impresores y tipógrafos habían abandonado a lo largo del siglo XVIII. Investigador de los orígenes del servicio de correos, fue nombrado Primer Cartero Honorario de España -"con derecho a utilizar uniforme, gorra y cartera"- como reconocimiento a una importante labor pionera que comprende hitos como la introducción de la tarjeta postal en la península. Otra de las facetas del autor, los artículos culinarios, le dio una enorme popularidad, hasta el punto de que el propio monarca, Alfonso XII, a quien se había permitido dar lecciones de gastronomía, lo distinguió con su amistad. Escribió sobre disciplinas tan dispares como la Historia, el Derecho, la genealogía o la tauromaquia.

La realidad de la ficción, dice el subtítulo del libro, o la verdad de las mentiras. Como otros ilustres mixtificadores, el doctor Thebussem poseía un temperamento lúdico que encubría, bajo su inveterada propensión a la novelería, verdades que tal vez no puedan decirse de otra manera. "Thebussem trata siempre de cosas inútiles, o al menos muy poco útiles, y escribe artículos sobre cualquier fruslería", argumentaban sus críticos, que sin saberlo rendían tributo a su ingenio generoso y despreocupado. "No buscaba fama sino entretenimiento", concluye Ybarra, y ahí está la clave. Thebussem fue un raro, un autor inclasificable que aunó sin conflicto aparente lo burlesco y lo exquisito. Un espíritu selecto que practicó esa alta variedad de la inteligencia que no desdeña el humor porque sabe que hay a veces más verdad en la nota extravagante que en la puramente erudita.

Íñigo Ybarra Mencos. Editorial Renacimiento. Sevilla, 2009. 250 páginas. 18 euros.

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