El tiempo, muerto
Thriller, España, 2015, 120 minutos. Dirección y guión: Antonio Hernández. Intérpretes: Ben Temple, Esther Méndez, Yon González, Guadalquivir, El Tablero.
Después de una carrera irregular (Lisboa, Oculto, Los Borgia, Capitán Trueno) a la que le sonó la flauta (un poco alto, en todo caso) en aquella En la ciudad sin límites, Antonio Hernández se apunta ahora al thriller urbano y cosmopolita con aspiraciones internacionales (el protagonista, un insípido Ben Temple, es norteamericano, y buena parte del filme está rodado en inglés) en este rocambolesco enredo que guarda no pocas similitudes con la reciente Open Windows, lo que equivale a decir que se trata de una nueva revisión de La ventana indiscreta en la era digital de webcams y móviles.
La película juega al suspense elemental intentando ponernos en la piel atribulada de un anodino y tristón ejecutivo norteamericano que, tras enamorarse de la prostituta a la que ha conocido a través de internet, se ve envuelto en una trama de secuestro, extorsión y chantaje que se resolverá en apenas dos espacios, entre la habitación del hotel madrileño en el que se aloja y el apartamento de la meretriz, convenientemente conectados a través de cámaras, chats, llamadas y mensajes de texto.
Hernández se despreocupa pronto de la coherencia o las texturas del punto de vista del dispositivo, rellenando su guión, ya de por sí bastante estirado e inverosímil, de algunas tramas paralelas sobre la vida familiar o profesional del protagonista, algo que no sólo no ayuda a aligerar la pesadísima impronta teatral y verbosa de conjunto, lastrado además por una palmaria falta de ritmo narrativo, sino que explicita aún más su artificiosidad sobreescrita. Un elenco de segunda fila en modo disfrazado e histriónico no contribuye demasiado al posible éxito de la propuesta.
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