Cultura

La tensión moral y sexual de 'El sirviente' llega al Gran Teatro con Eusebio Poncela y Pablo Rivero

  • La obra, basada en la novela de Robin Maugham, se pondrá en escena este sábado

Eusebio Poncela y Pablo Rivero, en una imagen promocional de 'El sirviente'.

Eusebio Poncela y Pablo Rivero, en una imagen promocional de 'El sirviente'.

El Gran Teatro de Córdoba acoge este sábado (20:30) la representación de El sirviente, una obra escrita en principio como novela por el británico Robin Maugham -sobrino del famoso escritor Somerset Maugham-, y más tarde adaptada para la escena y el cine.

La versión para la pantalla se convirtió en una película de culto, con guion del Nobel Harold Pinter, dirección de Joseph Losey y la inquietante interpretación de Dirk Bogarde. El sirviente llega ahora a Córdoba en una producción dirigida por Mireia Gabilondo e interpretada en sus papeles protagonistas por Eusebio Poncela y Pablo Rivero, que dan vida a los personajes de criado y señor, respectivamente. El elenco se completa con Sandra Escacena, Carles Francino y Lisi Linder.

La obra cuenta la relación entre Tony Williams, un joven aristócrata, y Hugo Barret, el sirviente contratado para cuidarlo. El amo, un londinense de fortuna, necesita al criado porque, después de sufrir experiencias traumáticas en la Segunda Guerra Mundial, solo quiere vivir de manera cómoda y confortable. Y, a su vez, Barret encuentra en Tony el ideal de su concepción del servicio doméstico, una compleja mezcla entre servilismo y posesión. Poco a poco, el intrigante y manipulador mayordomo consigue dominar la vida del señor, aprovechándose de sus debilidades. El resultado es un tenso drama psicológico cargado de tensión moral y sexual.

En palabras de Pablo Rivero, en El sirviente “se habla de lucha de clases, en la que va implícita la lucha de poder, y se triunfa con seducción, no solo desde el ámbito sexual, sino también desde la intención de arrastrar a alguien a tu terreno”. Su personaje, entiende, “no es un hombre débil, pero tiene sus traumas”.

El otro protagonista del choque entre los dos personajes considera que en 1948, año en que se data la acción, “el ser humano era el doble de vulnerable, y por eso el criado puede hacer lo que hace”. Eusebio Poncela explica que “mi Barret es un hombre con una misión: la venganza”. Añade que el texto “vive en la ambigüedad más absoluta”.

“Si en 1948 Maughan -afirma- hubiera escrito, como homosexual irredento que era, lo que quería, le hubieran metido preso. No pudo hacerlo, Así que entre Pablo y yo hemos inventado un final bastante fuerte, hemos rellenado el hueco que el autor tuvo que dejar vacío”.

La directora del montaje es una de las componentes de la conocida compañía Tanttaka Teatroa. Con una larga experiencia en el mundo de la dirección y la interpretación, Mireia Gabilondo es una de las figuras más destacadas de las artes escénicas y audiovisuales en el País Vasco.

Para ella, El sirviente es “una relación de poder donde cohabitan la ambigüedad, la sumisión y la manipulación, cargada de suspense emocional y en la que la lucha moral y sexual se mezcla, casi sin palabras, sibilinamente, con la lucha de clases”.

La obra plantea también, añade, “una situación de dominación, de atracción, de dependencia y de emancipación, en la que el criado aniquila con perseverancia, ingenio y minuciosidad las barreras sociales, dinamitando pacientemente los roles preestablecidos hasta controlar la voluntad del amo”.

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