El rico patrimonio dejado por la familia Sotomayor
La Escapada Ruta del Condado de Belalcázar
La hinojoseña catedral de la Sierra y los belalcazareños castillo y convento de Santa Clara invitan a volver al medievo
La Ruta del Condado de Belalcázar sumerge a quien la emprende en la época medieval en la que ese municipio de Los Pedroches era poco menos que una capital. De esa época ha quedado constancia pétrea, en forma del rico patrimonio que atesora esta parte de Córdoba y que en la ruta se puede contemplar, y nominal. De esto último dan fe localidades como Hinojosa o la Villanueva más cercana a Belalcázar, que se apellidan del duque, como si se lo hubieran grabado a fuego para que se supiera que esos territorios pertenecían a ese duque de la salmantina Béjar, quien además era del conde de Belalcázar, tal y como refleja el inmortal Cervantes en su no menos inmortal primera parte del Quijote.
La ruta comienza en la hinojoseña parroquia de San Juan Bautista -también conocida como la Catedral de la Sierra-, soberbio templo gótico-renacentista de los siglos XV-XVI. Lo más vistoso del templo aparece al exterior, y especialmente en el lado de la epístola, en el que sobresale la portada en forma de arco triunfal, iniciada por Hernán Ruiz I en 1539 y terminada por su hijo en 1571.
Luego, la ruta continúa por la insignia del condado, el castillo de los Sotomayor, pétreo centinela que guarda la puerta Noroeste de la provincia, donde termina Andalucía y empieza, a unos 16 kilómetros, Extremadura. Una de las singularidades más importantes de esta fortaleza, que hizo que la que entonces se llamaba Gahete cambiara su nombre por Belalcázar y cuya construcción se inició en torno a 1450 utilizando granito de la zona, se lo proporciona su majestuosa torre del homenaje, de 45 metros y que está coronada por unas garitas en las que aparece esculpido el escudo de los Sotomayor.
La ruta termina en el monasterio de Santa Clara, construido o fundado como los dos monumentos anteriores por doña Elvira de Zúñiga y que se convirtió en el retiro espiritual del primer Conde de Belalcázar, su hijo Gutierre II, que profesó aquí bajo el nombre de Fray Juan de la Puebla.
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