Primera final del Concurso Nacional de Arte Flamenco | Crítica

La primera entrega de aspirantes

Águeda Saavedra, en su segundo pase, bailando una guajira.

Águeda Saavedra, en su segundo pase, bailando una guajira. / Laura Martín

Con arreglo a las bases, el pasado domingo se celebró el primer encuentro en el escenario del Gran Teatro de Córdoba con los concursantes elegidos entre los más de 120 presentados al XXII Concurso Nacional de Arte Flamenco, seleccionados para esta sesión de opción a premio.

Y, según sorteo, para esta gala -ya sabemos los que pasarán en cada una de las cuatro que se realizarán-, ese día con la guitarra hizo su prueba El Bola, de Toledo, con la rondeña Cueva del loro y Alegrías de Zahara, ambos toques de concierto, destacando sobre los demás por soleá para el cante de Jeromo Segura, y para la cuarta prueba de este aspirante, con una seguiriya para baile de Alejandro Rodríguez.

La siguiente convocada fue Águeda Saavedra en baile, procedente de Nerja, que para este pase revalidó en su primera intervención por tarantos, con el toque de Juan Campallo y cante de Pepe de Pura y Antonio Campos. Esta bailaora denotó una buena disposición con elegante vestido negro de lentejuelas con volantes al pie.

Su segunda exposición la hizo con guajira, ataviada de floreada bata de cola con ribetes verdes, y los mismos acompañantes. Como sería en su última intervención por alegrías, aunque portando más sobriedad con la ligera blusa y pantalón marrón, adjuntando la corta chaquetilla del mismo tono que paseaba, pero resolviendo airosa en su flamenca comparecencia.

Y la intervención al cante vendría con un brioso Enrique Afanador llegado de Cádiz, acometiendo su turno con una sola salida a escena para dejar su tarjeta de visita. Haciéndolo con una toná por trilla en primera instancia, a continuación con bulería por soleá, ambas en línea mairenista, siguiendo con garrotín recordando a Chano, para finalizar con fandangos abandolaos de Lucena.

Todos esos palos acompañado al toque de José de Pura y las palmas de Manuel Cantarote y Manuel Valencia. Una actuación con una voz muy adecuada, transmitiendo y con el genio cantaor que mejor se instalaba.

Destacadas inclusiones, con una asistencia de público acorde con la fría y orillada llegada de la esperada lluvia, que aguardó hasta el final como si quisiera ver con qué semblante aflorábamos a la salida.

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