Crítica de Música

Aquellas pequeñas cosas

Joan Manuel Serrat toca la guitarra durante uno de los temas que interpretó en La Axerquía.

Joan Manuel Serrat toca la guitarra durante uno de los temas que interpretó en La Axerquía. / Jordi Vidal

Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia / pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Joan Manuel Serrat, ese hombre con espíritu del Renacimiento al más puro estilo de Leonardo da Vinci, volvió a demostrar el pasado viernes en Córdoba que aquello que perdiste un día dejándote el corazón tocado para nada lo mató el tiempo y la ausencia. Su inigualable arte consigue que el corazón recuerde con la ternura más infinita aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón.

Da igual que sus cuerdas vocales no gorgoreen como hace años y que su voz no sea tan joven como la que quedó registrada en su disco de 1971, ese Mediterráneo que revisionó -47 años después de parirlo- de principio a fin en un concierto que aliñó con clásicos de toda la vida disfrazado de un Ulises dispuesto a surcar el Mare Nostrum en su particular odisea por La Axerquía, acompañado de fieles serratianos, a los que les aseguró sin equivocarse que Hoy puede ser un gran día.

El Nano, ese genio irrepetible de la música y la letra, el mejor amante de unas musas que le han inspirado canciones que forman parte de la banda sonora de muchos de los presentes [y por supuesto, del cancionero popular español] hizo derramar en La Axerquía con esos temas -que destilan alma- alguna lagrimita, como aquella que derramó la Patro, la del Romance de Curro el Palmo, al cerrar la cajita. Pero esas lágrimas que se escaparon en el recital del noi del Poble-sec [el chico del Pueblo Seco, su barrio natal] no fueron de tristeza como las de la Patro, sino que eran la respuesta del corazón a unas melodías y a unas letras que son indisolubles a la existencia de cada cual, que forman parte, insisto, de la banda sonora del Cuéntame particular de cada uno. Esas lágrimas escapadas, furtivas o no, son la respuesta del corazón al recuerdo [nostálgico no es la palabra] de aquellas pequeñas cosas que como un ladrón te acechan detrás de la puerta / [que] te tienen tan a su merced como hojas muertas que el viento arrastra allá o aquí / que te sonríen tristes, sí, y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve. Son la respuesta, por ejemplo, del corazón al recuerdo de la ausencia de un ser querido que fue muy especial, recuerdo que Serrat es capaz de rescatar del cajón en el que la mente lo tiene guardado.

Como dijo el pensador alemán E. F. Schumacher, lo pequeño es hermoso, como pequeña en minutaje [y muy grande por lo que provoca] es la canción que he ido desgranando en este texto en estrofas, Aquellas pequeñas cosas, una de las que componen el álbum Mediterráneo, que Serrat interpretó de forma íntegra en la primera parte del recital. En este caso, lo pequeño no es sólo hermoso sino también excelso. Precisamente, con Aquellas pequeñas cosas el Nano cerró la revisión de ese disco que está considerado el tercero mejor de la música española del siglo XX antes de hacer un reprise de la canción que le da título al LP entre gritos de un espontáneo que pedía insistentemente Romance de Curro el Palmo. El espontáneo tuvo que esperar a los bises para escucharla antes de que después Serrat cerrara ese viaje cordobés por el Mare Nostrum invitando al respetable a vivir su Fiesta. Vamos bajando la cuesta, que arriba en mi calle se acabó la fiesta, y punto y final a dos horas de emociones, de recuerdos, de ternura, de sentimientos provocados por un tipo que a sus 74 años sigue comprometido con la sociedad -criticó entre canción y canción la violencia machista y el drama que sufre la inmigración, entre otras cuestiones de actualidad- y que si no existiera habría que inventarlo. Cantares, Lucía, Penélope, Algo Personal... y hasta la versión que hizo de Tatuaje -de León y Quiroiga y que popularizó Concha Piquer- sonaron tan serratianas, tan geniales, que conmovieron al escucharlas, tanto que también lograron rescatar del cajón de la mente de cada cual aquellas pequeñas cosas.

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