La pasión de Yerma | Crítica

Yerma y el siglo XXI

Jorge Monje y María León, en una escena de 'La pasión de Yerma'.

Jorge Monje y María León, en una escena de 'La pasión de Yerma'.

Un fin de semana más para celebrar la apertura de puertas de nuestro Gran Teatro y por partida doble si es con la revisión de una obra del universal Federico García Lorca. Yerma regresa gracias a la versión libre de Lola Blasco. Quienes acudan al teatro para ver sobre las tablas un montaje fiel al texto original del autor granadino pronto serán conscientes de la variación. Las razones obvias son las nueve décadas que separan el estreno de la producción actual y que, por supuesto, Lola Blasco no es Federico García Lorca.

La dramaturga alicantina ha empleado a fondo todos sus recursos para acercar el drama a un contexto que al espectador le resulte cercano y el resultado de su transmutación logra captar la atención. Sin embargo, son muchos los sacrificios que ha debido realizar para comprimir y contextualizar la historia. De este modo, ha intentado quedarse con lo justo para transmitir el conflicto que desborda al personaje principal: su maternidad frustrada.

Pepa Gamboa acoge la versión y escenifica las motivaciones que impulsan la tragedia combinando trabajo físico realista con simbólico. A fin de justificar la trama, el drama rural adquiere tintes suburbanos, con personajes que parecen no haber terminado los estudios básicos.

La casa de un matrimonio bien situado se sustituye por una especie de caravana aparcada en camping. Tres actrices y dos actores interpretan con gran solvencia los papeles principales, donde merecen una mención especial Mari Paz Sayago que, por su experiencia, sabe otorgar el toque preciso a cada intervención sacando incluso la sonrisa del público y, como no, María León que en los momentos de mayor carga emocional demuestra tener vísceras para sostener a la protagonista.

Desde hace más de un siglo infinidad de profesionales han investigado nuevos lenguajes, posibilidades expresivas, construyendo y deconstruyendo obras para lograr responder dudas sobre el teatro y su evolución, siendo una de ellas esta: ¿Realmente es necesario tomar un texto relevante de la historia y buscar algún giro de tuerca que permita ser más accesible a los tiempos que vivimos? Me quedo con la pregunta.

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