SILENCIO | CRÍTICA DE TEATRO

Sin palabras

Una escena de 'Silencio', de Juan Mayorga.

Una escena de 'Silencio', de Juan Mayorga. / IMAE Gran Teatro

Buen mes de octubre para el panorama teatral el que estamos viviendo Córdoba, con segundo lleno consecutivo en Gran Teatro para ver esta vez Silencio de Juan Mayorga e interpretado por Blanca Portillo.

Tomando como base el discurso que realizó en mayo de 2019 para su ingreso en la Real Academia Española, Mayorga lo transporta definitivamente al medio sobre el que posiblemente desde su creación figuró que debía ser formulado: sobre las tablas de un escenario y ante un auditorio expectante de escuchar. Allí conoceremos lo que para este dramaturgo representa la palabra silencio bajo un análisis exhaustivo y haciendo recorrido a la historia del Teatro y la Literatura occidental desde sus orígenes hasta nuestros días.

Mayorga, tan conocedor de sus virtudes como de sus límites, recurre a la persona que considera idónea para transmitir con pasión el discurso que escribió. La responsabilidad recae sobre Blanca Portillo, quien se enfunda un incómodo traje para dar forma y vida a las palabras del autor. Sobre la escena inmaculada diseñada por Elisa Sanz la actriz se irá despojando del protagonista que habita bajo la pesada carga del chaqué. Una vez que logra sentirse en libertad, el hecho interpretativo gana pulso sobre la palabra demostrando que el Teatro adquiere sentido pleno cuando deja de ser palabra escrita y abraza el espacio compartido en un auditorio, donde el silencio adquiere cualquier significado imaginable.

Mayorga no lo ha puesto nada fácil a Portillo. Deberíamos preguntarnos si el par de conatos que realiza para abandonar la escena son acotaciones o intentos reales de tirar la toalla que surgieron durante el proceso de ensayo. La actriz se emplea a fondo durante más de hora y media, sacando todo lo mejor de su oficio para convencer y entretener. Sin embargo, la necesidad de un conflicto inherente a toda representación recae sobre la actriz y sus dificultades (reales o ficticias) para representar lo escrito, un recurso que no logra el equilibrio justo para mantener conectado al público en todo momento. Por lo demás, siempre es un placer ver a esta gran señora actuar y disfrutar de su trabajo, hecho que todo el público presente reconoció al finalizar la función.

A lo largo del tiempo los seres humanos hemos desarrollado e enriquecido el lenguaje. Por comentar, a finales de 2021 la RAE añadió 3.896 modificaciones a sus más de 93.000 lemas que definen nuestra lengua española. Sin embargo, según algunos estudios, un hispanoparlante utiliza un promedio de 1.000 palabras para comunicarse (solo las personas más cultas llegan a 5.000) y lo más contradictorio llega con el impacto de las nuevas tecnologías, el cual está provocando que el uso del lenguaje hablado sea cada vez menor. Esta pobreza lingüística sería positiva si la sociedad sustituyera cada palabra por un silencio que pudiera definirla, pero desgraciadamente no es así. Poco a poco nos quedamos sin palabras. Y sin silencio.

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