Cultura

Una palabra en el umbral del misterio

  • Silvio Rodríguez regresa a Córdoba después de 11 años con un concierto en la Plaza de Toros en el que conjuga sus 'Amoríos' con sus grandes clásicos.

Una canción. Como renuncia, como salvación, como salvoconducto. Una canción porque necesitamos compensaciones, simulacros, equilibrios. Hace muchos años desde que intuimos los códigos, las reglas, los procedimientos. Y en algún momento ahí estuvo Silvio, ahí hubo una canción de Silvio, un verso, un acorde, un calambre en un desvío inesperado, en una clave improvisada, en un clandestinaje, en una tarde incandescente, en la casete de un compañero de COU, escucha esto, te gustará. Silvio, y hasta ahora. Han pasado décadas como guillotinas, hemos crecido, hemos perdido, hemos amado y desamado, hemos huido y vuelto, hemos herido y aprendido y olvidado y siempre un telón de poemas, músicas, canciones, siempre la inquietud primera, el trauma central, siempre la duda, la fugacidad, adónde van las palabras que no se quedaron, adónde van las miradas que un día partieron, una canción como asueto, como delirio, como frontera, en eso hemos vivido y en eso estamos, y ayer vino Silvio.

Una canción de amor esta noche, la noche una vida que no quiere explicarse, la vida una noche encerrada en una melodía. Vino a contar, tras la jazzística introducción, con numeroso público de otras ciudades andaluzas (incluido el pintoresco alcalde de Cádiz), amoríos de juventud, boina gris, con un primer tramo centrado en el nuevo disco, Una canción de amor esta noche, Tu soledad me abriga la garganta, Día de agua ("A la ventana le han salido dientes…"), la tetralogía Dibujo de mujer con sombrero, Óleo de mujer con sombrero (insobornables lágrimas de la memoria...), Detalle de mujer con sombrero, Mujer sin sombrero. Compensaciones, simulacros, equilibrios, colando la Tonada del albedrío, y esa rémora de juventudes dilapidadas en el obsceno contraste de lo irredimible, se ha perdido mi forma de amar, se ha perdido mi huella en su mar.

Mujeres marcó, tras un descanso instrumental, la transición hacia un segundo tramo de concierto más popular, si bien se infiltraron En cuál de esos planetas ("¿En qué cosmicidad de un lindo juego / pondremos nuestros hijos a jugar?"), Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena y San Petersburgo. Pero afluyeron Sueño con serpientes, Quién fuera (la noche se detuvo con algo parecido a la entrega o a la imprudencia), El necio, La era está pariendo un corazón, Ángel para un final, y como bises Te doy una canción (su momento de máxima intimidad con la guitarra),La gota de rocío (del cielo se cayó, y en ella el amor mío la carita se lavó), Ojalá y, cuando ya gran parte del público estaba fuera, Pequeña serenata diurna. Habían pasado dos horas y media.

Se fue sin cantar Unicornio ni Adónde van, sin Playa Girón ni En estos días. El silviófilo habría firmado dos horas más de concierto. Pero quedó su voz en la noche de Córdoba como una ofrenda intacta y definitiva, como una palabra, incauta y prístina, en el acendrado umbral del misterio.

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