Las niñas de Pereza

Crítica

La industria ha limitado las asperezas del grupo y les ha brindado pabellones llenos de niñas

Las niñas de Pereza
Las niñas de Pereza
Ángel Vázquez

03 de marzo 2008 - 05:00

Las niñas de Pereza resumieron en Vista Alegre todas las contradicciones que el rock and roll pone a disposición de los oyentes, y cuando digo oyentes debería decir escuchantes. Las niñas de Pereza eran educadas, tímidas, con familia probablemente no muy de acuerdo en sus gustos musicales por Rubén y Leiva, y viven en una casa donde cohabitan los riffs stonianos de Pereza con Bisbal, Juanes o Bosé, aunque ellas nos sean conscientes de sus consecuencias ni de tal realidad.

Las niñas de Pereza sabían idiomas, se las sabían todas, y no sólo las de las tres primeras filas. Una artillería de gargantas revelaba el status actual de la banda, que tras una progresión digna de elogio ha llegado a un punto de no retorno en el que enjuiciarles es pillarse los dedos.

Las niñas de Pereza en Vista Alegre fueron el heraldo de la libertad de elección musical, ésa que se rige por los instintos, pero que se circunscribe a las listas, respetando la ley de la comercialidad y con el subidón de acudir a un concierto, posiblemente, por primera vez. Allí estaban orgullosas de ser fans, sin preocuparse de cuando llegará el momento de ser maduras y responsables. Su inconsciencia inocente es caldo de cultivo para una febrilidad que demostraron sin tapujos ante sus héroes. Pero… ¿Y Pereza?

Después de ver tantos conciertos es difícil que un grupo te haga pensar más de la cuenta. Sin embargo los Pereza y compañía lo han conseguido. Me los imagino avanzando hacia el salto de su vida, ése por el que han peleado muchas noches en tugurios desangelados, días en ensayos mortificantes y horas en despachos opresivos.

Suben las largas escaleras del trampolín de la piscina olímpica con sus trastos a cuestas. Durante años suben y suben a pulso, dejando una estela de autenticidad intachable. Llegan arriba, se acercan al filo y en ese momento hay un punto de no retorno. Cuando den el primer salto en el borde del trampolín ya nada será como antes. Ellos ya han saltado. Personalmente me decepcionaron. Objetivamente triunfaron.

Pero el sacrificio al que someten al rock and roll es tan real como doloroso. Ante mí surge una banda de rock con fuerza, con el aplomo de un extra de percusión y con un buen repertorio al que sacar partido. Vista Alegre luce su típica ecualización insoportable. Pereza se prodiga con efusivos encuentros con los Beatles o el rock and roll mas tópico, pero no me engancha. A las niñas sí. No les reconozco, no veo la garra que esperaba encontrar. Tal vez la hayan dejado en casa para no herir a las niñas. En cualquier caso se han cortado las uñas. Pero…¿tenemos derecho a reprochárselo con la que está cayendo?

Luego viene lo de una escenografía de chicle, llena de colores pastelosos, abuso del rosa y el violeta y unas pantallas traseras dignas de Madonna o Patrik Hernandez. Todo lo más lejano al rock and roll que puedas imaginar ¿Qué pasa chicos? ¿Dónde estabais el día que alguien diseñó eso? Pero eso me parece importarme sólo a mí. Las niñas de Pereza se pasean por Vista Alegre pletóricas.

Ellos rebosan el escenario, pero los canallas han hecho propósito de enmienda y sus canciones suenan demasiado blandas. La industria ha limado sus asperezas, ha devorado el mal aliento de sus guitarras y les ha brindado a cambio pabellones llenos de niñas que se las saben todas. Eran los hermanos malos del Canto del Loco, los alquimistas de un revoltijo de ideales (Calamaro, Dylan, Cream, Little Richards, Lou Reed, T-Rex) que a las niñas deben sonar a latas de conserva. Siguen siéndolo, pero se les nota demasiado que lo que quieren es el sí de las niñas.

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