Diva | CRÍTICA

Cómo ser dos mujeres a la vez

María Rey Joly y Antonio Comas en una escena de 'Diva'.

María Rey Joly y Antonio Comas en una escena de 'Diva'. / IMAE

El disco gira y de su aguja surgen los compases que Bellini escribió para Norma, la sacerdotisa que rompe por amor sus votos y en lugar de vengarse como Medea hizo con Jasón asesinando a sus hijos, opta por dejar los suyos con vida para sacrificarse ella, muriendo en la pira junto a su amado y a la vez odiado Polión. Luz tenue baña el diván sobre el que una figura femenina reposa, la misma que durante buena parte del siglo XX fue dueña y señora del Aria que con timbre inconfundible comienza a sonar por el altavoz. La mujer se alza en la penumbra fundiendo su voz con el vinilo. La Divina aparece, pero al poco tiempo se quiebra, incapaz de seguir el torrente que a 33 revoluciones por minuto con tiranía le recuerda lo que fue y nunca más volverá a ser. Así comienza el cuadro poético, trágico e irónico creado gracias al ingenio de Albert Boadella, quién nos introduce en su visión particular sobre los últimos días de María Callas en Diva.

El salón de su residencia Parisina se convierte en lugar para escenificar delirantes reencuentros con el que fuera su Jasón particular. Onassis vuelve a los brazos de la mujer que abandonó sin contemplaciones por una famélica ex-primera dama y viuda de América. María estuvo al servicio de quienes creyó que debía obediencia, tutelaran o agasajaran: primero su madre con la que siempre mantuvo una relación tóxica, después un exmarido que la explotó hasta la extenuación y finalmente el amante multimillonario que la convirtió en un florero. Pero la Callas es mucha Callas. Aún permanece la mujer poderosa que devoraba auditorios de todo el mundo y por mucha necesidad de volver a sentir toda esa dicha que obtuvo junto al magnate griego nunca va a perdonar el ultraje y la humillación que sufrió.

El devenir de recreaciones las facilita su pianista repetidor que con platónica y abnegada sumisión se presta al juego que permita resucitar la voz de La Divina. Pero los intentos son vanos. Los años apartados de la escena, la ajetreada vida social, el abuso de alcohol y somníferos convierten su regreso en una ilusión más a representar.

María Rey Joly y Antonio Comas recrean este singular espectáculo donde teatro y recital operístico se abrazan gracias al cariño y exquisita sensibilidad que aportan a sus respectivas interpretaciones, sobre un espacio limitado por escasos elementos y demostrando que hace falta muy poco cuando hay artistas que desbordan la escena. El público terminó rendido a los pies de la pareja una vez finalizada la representación.

Este año se cumple el centenario del nacimiento de María Anna Cecilia Sofía Kalogeropoúlou, conocida en todo el mundo como María Callas, una mujer y artista única que vivió con la misma intensidad dentro y fuera del escenario. “Me gustaría ser María, pero está La Callas que exige que me lleve con su dignidad”- dijo una vez. Su dualidad la marcó e inmortalizó. El precio de ser Diva con mayúsculas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios