Moby Dick | Crítica

Engullidos por la ballena

Josep María Pou, en un momento de la representación de Moby Dick

Josep María Pou, en un momento de la representación de Moby Dick / Juan Ayala

Lleno absoluto en Gran Teatro el pasado sábado para ver sobre el escenario una nueva adaptación de Moby Dick. La novela inspirada en hechos reales que Herman Melville escribió a mediados del siglo XIX es más conocida por las innumerables adaptaciones que surgieron a partir del XX en todo tipo de formatos y para todas las edades.

Quizá la historia de la Ballena Blanca hubiera quedado en el olvido de no ser por algunos lectores que entre cientos de páginas con descripciones al detalle sobre la vida marinera de aquella época supieron encontrar en el capitán del Pequod el retrato más puro de la obsesión. Ahab, el dominador de los mares que a lo largo 50 años apenas contabiliza tres en tierra firme,  encuentra la horma de su zapato en las fauces de un cachalote albino que lo desmiembra.

Bajo esa amputación hay una herida aún más profunda que lo infecta. Ahab, incapaz de reconocer la hegemonía de la naturaleza, necesita recuperar el orgullo que le ha arrebatado este leviatán y en su locura arrastra hacia el abismo a la tripulación que le acompaña.

Focus ha reunido un equipo selecto para embarcarse en esta nueva revisión de la obra: Juan Mayorga como hábil cartógrafo elabora el mapa, Andrés Lima conduce al timón y Josep María Pou capitanea a su tripulación compuesta por los dobletes que interpretan Jacob Torres y Oscar Kapoya. El trio navega sobre la magnífica embarcación diseñada en los astilleros de Beatriz San Juan en un mar recreado con proyecciones de Miguel Ángel Raio, el cielo iluminado de Valentín Álvarez y los sonidos de Jaume Manresa.

Un despliegue de lujo que debido a la intensidad dramática navega con exceso de carga y  sometida a remadas muy amplias por el extenso repertorio de soliloquios que no acompañan al desarrollo dinámico de la representación. A su favor, para equilibrar en algo la balanza, tenemos la preciosa plasticidad con que se recrean algunos pasajes y la poderosa presencia de Josep María Pou que por momentos demuestra ser capaz de comerse a la misma ballena.

Herman Melville murió prácticamente en el olvido. De hecho, cuando lo enterraron, en su lápida se equivocaron sustituyéndole el nombre por Henry. Parte de su declive fue debido precisamente al estrepitoso fracaso que obtuvo con Moby Dick, la novela que más tiempo y dinero le costó elaborar. La historia después se reconcilió con este autor que se dejó llevar por una obsesión al igual que su personaje. Lástima que no pudiera disfrutarlo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios