Adiós Arturo | Crítica

Para morir, de risa

Un momento del espectáculo de La Cubana.

Un momento del espectáculo de La Cubana. / Laura Martín

A tenor de las últimas propuestas programas por el IMAE, el Gran Teatro ya puede solicitar permisos para convertirse en tanatorio. Si hace quince días Concha Velasco nos visitó con El Funeral, este fin de semana le ha tocado a La Cubana actuar con Adiós Arturo.

Arturo Cirera Mompou, polifacético artista y filántropo fallecido a la edad de 101 años, ordena entre sus últimas voluntades recibir sepultura en Córdoba, ciudad donde nació y a la que siempre ha estado sentimentalmente arraigado.

Como persona rebosante de vitalidad y ferviente opositora a los convencionalismos, Arturo contrata a La Cubana para organizar un entierro en consonancia al carácter del difunto, una ardua tarea dada la cantidad de personalidades de todo el mundo que han venido al Gran Teatro a celebrar su particular fiesta de despedida.

En un intento de elevar si cabe el nivel de integración, la compañía catalana abre el tráiler cargado de baúles para orquestar una experiencia que absorba nada más cruzar las puertas del teatro. La función comienza desde el momento en el que enseñas tu entrada. A partir de ahí la pasividad del público queda relegada y se convierte en elemento clave y participante.

La contextualización del nuevo show es de un grado superlativo, cargado de guiños y con cierta mordacidad, aunque sin apenas cruzar los límites de lo políticamente correcto.

Una tropa de personajes interpretados por figuración especial y ocasional (la formada por el público) acompañará al colosal equipo de diez actores y actrices que se multiplica sobre la escena para deleitarnos con su versatilidad a la hora de cantar, bailar y comunicar manteniendo contacto permanente con el espectador como premisa fundamental.

Todo el elenco brilla y demuestra holgadamente la profesionalidad que atesora. Sin embargo, quisiéramos dedicar una mención especial a Virginia Melgar, nueva integrante de La Cubana y actriz formada en la Escuela Superior de Arte Dramático de nuestra ciudad, la cual nos hizo disfrutar junto con el resto de sus compañeros de un espectáculo total.

Si con Campanadas de Boda parecía que iban a despedirse hace unos años, con Adiós Arturo La Cubana vuelve a liarse la manta en la cabeza y echarse a la carretera para compartir su forma de ver el teatro.

Pronto serán 30 años los que llevarán cargando maletas. Puede que Arturo sea en parte el alter ego de esta compañía que reniega una vez más a bajar del escenario donde ha crecido y compartido tantas cosas con un público que siempre le ha sido fiel. Hay que seguir viviendo y celebrarlo cada día. Vamos y pa'lante.

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