Otra gran película de James Gray

Otra gran película de James Gray
Otra gran película de James Gray
Carlos Colón

24 de mayo 2010 - 05:00

Drama, EEUU, 2008, 110 min. Dirección: James Gray. Intérpretes: Joaquin Phoenix, Gwyneth Paltrow, Vinessa Shaw, Isabella Rossellini, Elias Koteas. Guión: James Gray. Montaje: John Axelrad. Fotografía: Joaquín Baca-Asay. Guadalquivir, El Tablero.

La muerte de su madre cuando era adolescente, su infancia y juventud en un barrio modesto de Nueva York en el que el origen cultural y étnico marcaba la pertenencia a la red familiar y el entorno, el deseo de huir de ese mundo que parecía condenar a los hijos a prolongar las grises existencias de los padres -"No te hagas director. No somos ricos, no tenemos contactos, no somos de Hollywood. Fracasarás", le repetía su padre- y la necesidad de volver a él para rescatar las historias de quienes son ignorados por la Historia como una forma de hacer justicia a través del arte, marcan toda la breve, personalísima, densa y admirable obra de James Gray que, como la de Sidney Lumet, a quien puede recordar, se desarrolla siempre en barrios de Nueva York. En Little Odessa (1994), su brillante debut cuando sólo contaba 24 años, un asesino a sueldo de ascendencia rusa se ve obligado a volver al barrio de su infancia, en el que aún viven los padres a los que abandonó hace años. En La otra cara del crimen (2000) al salir de la cárcel el protagonista vuelve a su barrio para integrarse en una empresa familiar que lo devolverá a submundos de delincuencia. En La noche es nuestra (2007) se enfrentan dos hermanos, uno policía y otro al servicio de la mafia rusa. En esta última película suya, que nos llega -escandalosamente- con dos años de retraso, desaparecen las subtramas negras para que afloren únicamente las tramas familiares y emocionales. Dos familias judías de Brooklyn quieren unir sus modestos negocios de lavandería y sus vidas, casando a sus hijos. Él (Joaquin Phoenix) sufre trastornos bipolares y ella (Vinessa Shaw) es una chica tímida a la que no le ha ido bien en amores. Pero entre ellos se cruza una mujer desquiciada y adicta a las drogas (Gwyneth Paltrow) que mantiene una relación desdichada con un hombre casado y ejerce una poderosa atracción sobre él. El padre (Moni Moshonov) asiste con temor a los cambios de humor del hijo, para quien desea la felicidad y la prosperidad que el matrimonio concertado y la unión de los negocios le aseguran. La madre (Isabella Rossellini) asiste con dolor y compasión al desgarro del hijo entre el buen y el mal amor. Todo se desarrolla en una atmósfera urbana triste y gris, en ese Nueva York periférico de viviendas que no han cambiado en años, en las que los muros, los muebles y las fotografías familiares trenzan una red de dependencias emocionales, que James Gray filma como nadie lo ha hecho.

El guión es una libre adaptación de Las noches blancas de Dostoievski, que ya Luchino Visconti llevó admirablemente al cine en 1957. Gray se apropia de la historia convirtiendo al narrador sin nombre que vaga por las noches de Petersburgo en el atormentado personaje que interpreta Joaquin Phoenix, a la misteriosa Nastenka que cada noche acude a la cita con el amante que jamás comparece en la atormentada mujer a la que da vida, dolor y lágrimas Gwyneth Paltrow e introduce el personaje de Vinessa Shaw como un tercer polo que conducirá la historia a dos finales: uno, que es el mismo de Noches blancas, desgarrador; el otro, aportado por Gray, desconcertantemente ambiguo. Es mérito de este director reflejar la infinita gama de irisaciones del complejo calidoscopio del alma humana. ¿Empieza la película con un intento de suicidio fallido para terminar con un suicidio emocional? ¿Se trata, lo que sería muy fiel a Dostoievski aún añadiendo un final que no está en la obra original, de una historia que empieza en la autodestrucción para acabar en la redención? Yo me inclino por lo segundo. Pero esta es una gran película y, por ello, queda abierta a ser sentida y pensada según el juicio o la sensibilidad de cada espectador.

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