Gran Circo Acrobático de China | Crítica

Más difícil aún

Uno de los números aéreos de la función.

Uno de los números aéreos de la función. / IMAE Gran Teatro

El público familiar no defraudó y completó el aforo de Gran Teatro para ver el nuevo espectáculo que el Gran Circo Acrobático de China está representando en su gira por escenarios de nuestro país.

En esta producción recrean un cuento en la que un joven intrépido descubre al Hada del Fénix. Cuando el Hada alza su vuelo, el joven intenta alcanzarla y, al no conseguirlo, cae al mar. El Hada, impresionada por la valentía del muchacho, decide rescatarlo y llevarlo en volandas al reino mágico donde convive con criaturas fantásticas. Sin embargo, el idílico lugar es invadido por fuerzas malignas y el Hada es capturada. El joven se armará de valor para restaurar el bien y rescatar a su amada, terminando el cuento en final feliz, como obligan todos los cuentos tradicionales.

La compañía nos introduce en la historia sin mediar palabra alguna (obvio, teniendo en cuenta la procedencia del elenco), ofreciendo imagen y sonido como recurso para representarla y que el público pueda captar lo que ocurre. Algo que a priori podría ser un hándicap, pero que la compañía resuelve con elegancia y demuestra que es posible comunicar y emocionar.

Esto último es lo que todo el mundo esperaba y en ese aspecto no defraudaron: sobre la escena desfilaron multitud de números aéreos, saltos, volteretas, malabares con elementos, ejercicios de equilibrio y fuerza… Todo ejecutado por una treintena de artistas experimentados y fraguados en esa escuela tradicional oriental que se esmera siempre en perseguir la perfección. Tanto público infantil como adulto vibró con esta delicada combinación de riesgo y estética y con un extenso aplauso agradeció su gran trabajo.

Un momento del espectáculo del Gran Circo Acrobático de China. Un momento del espectáculo del Gran Circo Acrobático de China.

Un momento del espectáculo del Gran Circo Acrobático de China. / IMAE Gran Teatro

El circo, un arte que a lo largo de este siglo se ha visto obligado a extinguir clichés y otros tipos de shows donde los animales eran arrancados de su hábitat para convertirse en esclavos. Por fortuna, estas malas prácticas desparecen y las compañías se esmeran en producir espectáculos integrados y más íntegros, dotados de una línea argumental sin olvidar la premisa del más difícil todavía.

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