Como una gota de tinta en un vaso de agua limpia

Ben Affleck ofrece una interpretación extraordinaria en 'Perdida'.
Ben Affleck ofrece una interpretación extraordinaria en 'Perdida'.

Drama/Thriller, EEUU, 2014, 149 min. Dirección: David Fincher. Intérpretes: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Carrie Coon, Kim Dickens, Patrick Fugit, Emily Ratajkowski, Missi Pyle, Casey Wilson. Guión: Gillian Flynn; basado en su novela. Producción: Arnon Milchan, Joshua Donen, Cean Chaffin y Reese Witherspoon. Música: Trent Reznor y Atticus Ross. Guadalquivir, El Tablero, Artesiete-Lucena.

Los maestros de la transparencia eran esos realizadores que, a partir del respeto aparente al código más férreo del cine clásico, lograron crear obras de arte mayores marcadas por su personalidad creativa. Lo milagroso es que la transparencia exigía que las marcas que hacen posible el filme no se noten para dar al relato una total apariencia de realidad y naturalidad, como si la realización (plano, iluminación, movimientos de cámara, montaje) y el realizador no existieran, facilitando así la total identificación del espectador con la película. La afirmación estruendosa de la autoría y la evolución del cine fue haciendo que los grandes maestros marcaran con su muy visible impronta las películas, mientras la invisibilidad se recluía en el cine artesanal rutinario.

Clint Eastwood es una pervivencia de este estilo en su mayor nivel creativo. Lo llamativo de David Fincher -cada vez más afirmado como un nuevo maestro de la transparencia- es que tiene 30 años menos e inició su carrera en 1992, cuando el cine clásico y el moderno eran ya historia. Igualmente llamativa es su facilidad para pasar, sin salirse del cine de género, de películas dignamente comerciales (lo que le situaría en el actual nivel del cine artesanal) como The Game, La habitación del pánico o Millenium: los hombres que no amaban a las mujeres, a creaciones muy personales que mantienen vivo el espíritu del cine clásico, caso de Seven, El club de la lucha, Zodiac, La red social o Perdida.

Mantener vivo el espíritu del cine clásico quiere decir actualizarlo, no fosilizarlo, fundiendo las mejores soluciones del cine clásico, moderno (especialmente de los 60 y 70) y posmoderno. Y hacerlo poniéndose de perfil, sin marcar con signos de autor muy visibles sus películas, a la vez que construyendo de una en otra un mundo temático y un estilo identificable. En este sentido Perdida es una de sus obras mayores. A Fincher le gustan los desafíos. Especialmente trabajar sobre argumentos que parecen mordidos por la rutina, destinados a la serie B o a telefilmes. ¿Se imaginan Seven sin su talento? Lo que hubiera podido ser otra secuela que intentaba explotar el éxito de El silencio de los corderos, cuatro años anterior, se convirtió en una pieza maestra.

Algo parecido sucede con Perdida. Suena a mil veces contada la historia del marido que denuncia la desaparición de su mujer y de víctima se va convirtiendo en sospechoso mientras, en medio de una tempestad mediática, se va desvelando que la postal de felicidad matrimonial no era tan perfecta. Carne de telefilme de sobremesa. Pero Fincher, a través del guión de Gillian Flynn, también autora del libro en el que se inspira, la convierte en arte cinematográfico mayor.

Durante su muy largo metraje la historia y sus giros imprevisibles nos absorben; pero sería un interesante ejercicio desasirse de ella para apreciar cómo Fincher juega con los tiempos narrativos y con los espejos que van fundiendo la realidad y sus representaciones -ya se trate de la imagen autoconstruida de los individuos, la construida por los medios de comunicación, la inventada por novelas infantiles, la volcada en diarios íntimos o la de los selfies- hasta convertir lo que no deja de ser una apasionante historia policíaca en una cada vez más perturbadora inmersión en zonas progresivamente oscuras. El buen trabajo puede perderse, el ansiado Manhattan puede convertirse en un sueño roto, la vida que se creyó dejar atrás puede volver con todos sus fantasmas del pasado, el futuro puede ensombrecerse y la perfecta y guapa esposa puede desaparecer.

Sin caer en el tópico (irritantemente vendido como antitópico) de que bajo las más bellas alfombras hay basura, Fincher deja caer una gota de tinta en un vaso de agua cristalina. Y en dos horas y media filma con exactitud cómo la gota se deshila en el agua hasta ennegrecerla toda. Un gran ejercicio de cine realizado sobre la cuerda floja de la banalidad. Muy bien interpretado por un Ben Affleck desasosegadoramente inaferrable y una extraordinariamente perturbadora Rosamund Pike.

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