Menos frío que en la calle
Crítica de Música
PEDRO GUERRA
Voz, guitarra y timple: Pedro Guerra. Teclados, voces y programaciones: Luis Fernández. Fecha: jueves 30 de junio. Lugar: sala Golden Club. Más de media entrada.
Era la música, en el asedio de las adolescencias, un fuego consolador, una vocación de extravíos, una necesidad, una búsqueda sometida a tensiones y distensiones, a interferencias de amigos, al alquitrán de la moda, a espigas biográficas, y andábamos grabando y regrabando casetes, haciéndonos mayores plenos de conjetura y huérfanos de canción. Hubo entonces un disco que se llamó Golosinas y nos hicimos guerristas (de Pedro, claro), y hasta hoy.
La sala Golden (Marisol Membrillo y Fernando Ortiz) ha tenido el buen gusto de acabar el curso con Javier Ruibal (que actuó el pasado sábado en el marco de la celebración de sus 35 años en la música) y Pedro Guerra, que compareció en sugerente formato de guitarra y teclados con efectos informáticos, con dos discos nuevos, Arde Estocolmo y 14 de Ciento volando de 14, sobre sonetos de Sabina. Fue alternando guitarra y timple y entre las composiciones nuevas (La risa, Arde Estocolmo, Insomnio, La perla, inspirada en Steinbeck, y A Sabicas, La fe del carbonero y Sin puntos ni comas entre los sonetos) hizo arqueología de su obra con piezas inevitables y otras que andaban un poco soterradas. Rescató El marido de la peluquera y Deseo de Golosinas, Pasa y Debajo del puente de Tan cerca de mí, Raíz, Cerca del amor, Daniela y Otra forma de sentir de Raíz, El encantador de serpientes de Ofrenda, Menguante de Bolsillos, una colección de canciones con la que le dio a la noche una nueva temperatura, otro verano posible, una calidez de horas refugiadas en el latido de una voz. En Golden hacía menos frío que en la calle.
Fueron dos horas pero la gente se quedó con hambre. Reservó para el final las nuevas En la oscuridad y Esperando por mí, junto a Contamíname y La lluvia nunca vuelve hacia arriba. Dejó en el ambiente una risa, un acorde y una memoria de años infractores. Dejó un esbozo de brújula y una pista para dragones verdes. Y se perdió en el frío de la calle.
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