Una franquicia que toca fondo

Comedia, EEUU, 2010, 98 minutos. Dirección: Paul Weitz. Guión: John Hamburg, Victoria Strouse, Larry Stuckey. Intérpretes: Robert de Niro, Ben Stiller, Jessica Alba, Owen Wilson, Dustin Hoffman, Barbra Streisand, Harvey Keitel, Laura Dern. Música: Stephen Trask. Alkázar, Arcángel, Guadalquivir, El Tablero, Artesiete-Lucena.

La primera tuvo cierta gracia. La segunda, menos. Y la tercera -la famosa vez a la que va la vencida-, ninguna. O muy poca. Conforme la gracia decrecía, cual si se tratara de una comida navideña de empresa, la grosería crecía. En la primera se apuntaba, en la segunda afloraba y en esta tercera entrega se produce una auténtica erección de humor grueso. Tan agotada queda la cosa que dudo mucho que les quede vergüenza a los padres que han parido estas criaturas, por poca que tengan, para proponer una cuarta parte. Todo es igual a las anteriores, pero en peor. De Niro se sigue caricaturizando despiadadamente a sí mismo (si un Estudio hubiera obligado a un actor a interpretar este mamarracho le habría denunciado), Ben Stiller sigue metiendo la pata a la vez que dejándose humillar y se añaden algunas novedades (como el personaje de Owen Wilson) que poco pueden hacer para ventilar este guión que huele a moho. Al sustituir al realizador Jay Roach, autor de las dos entregas anteriores, Paul Weitz ha logrado hacer tocar fondo a una franquicia que se agotó en su segunda entrega.

Y hacer lo mismo con su carrera, que hasta ahora había ofrecido títulos amables (Un niño grande), ambiciosos (American Dreamz), fallidos (El circo de los extraños) o interesantes (In Good Company).