El fondo negro de Onetti
Se cumplen 70 años de la publicación de 'El pozo', novela fundacional del escritor uruguayo · El aniversario se suma al centenario del nacimiento del autor


Uruguay conmemorará en diciembre el septuagésimo aniversario de la publicación de El pozo, una obra fundacional para la literatura latinoamericana que marca ya la ruta del laberinto imaginario de Juan Carlos Onetti. Tras muchos avatares, Onetti (1909-1994) publicó en 1939 esta novela corta de apenas 100 páginas, que se aparta de lo que por aquel entonces se escribía en el ámbito rioplatense y que comparte mucho, sin haberla leído, con la literatura existencial que se forjaba en Francia. El homenaje que el mundo cultural hará a El pozo cerrará el Año Onetti, que en 2009 ha celebrado el centenario del nacimiento, el 1 de julio, del autor uruguayo que, junto al poeta Mario Benedetti, más ha influido en la literatura en castellano del siglo XX.
"El pozo es crucial para entender la obra de Onetti", pues "la mayor parte de los temas importantes para este escritor están ya en esta novela", explica Hortensia Campanella, editora de las obras completas del escritor y directora del Centro Cultural de España en Montevideo, una de las instituciones que han participado en el centenario.
El protagonista de El pozo, Eladio Linacero, evade la soledad y el fracaso que definen su vida con la ensoñación y la búsqueda de otra dimensión que, en definitiva, encienda una luz en la oscuridad que lo rodea. "Me hubiera gustado clavar la noche en el papel, como a una gran mariposa nocturna. Pero en cambio, fue ella la que me alzó entre sus aguas como el cuerpo lívido de un muerto y me arrastra, inexorable, entre fríos y vagas espumas, noche abajo", culmina Linacero en su intento de escribir unas memorias. Ahí está "la insatisfacción del ser humano con su propia vida, la conciencia de que la muerte es una condena que marca al hombre desde su nacimiento, con el tema del soñador, al intentar superar estos problemas a través del sueño, de la creación", subraya Campanella. El otro gran tema, precisa, "es el fracaso de todos esos intentos".
El pozo fue "un texto avanzadísimo para su tiempo. Mucha gente lo compara con La náusea de Sartre. En todo caso es una atmósfera común, puesto que Onetti no conocía La náusea. Y, si es cierto que lo había escrito siete años antes, entonces fue anterior a Sartre", explica la editora y crítica. La autora, también biógrafa de Mario Benedetti, relata el proceso que Onetti se atribuyó a la hora de escribir por primera vez El pozo, en realidad a principios de los años 30. Vivía por entonces Onetti en Argentina, donde imperaba el férreo mandato de José Félix Uriburu; impedido de poder comprar cigarrillos un fin de semana, el incipiente literato uruguayo y ya fumador empedernido "en la desesperación escribió El pozo", aunque esta primera versión se perdió después", cuenta Campanella.
"En 1939, sus amigos Juan Cuña y Castel, que tenían una pequeña editorial que estaba sacando libros de poesía, le pidieron un texto breve y él rehizo El pozo", agrega. "Lo imprimen de forma muy modesta, en papel de estraza, y colocan en la tapa un dibujo que había realizado la entonces esposa y prima hermana de Onetti (María Julia), y al que se le agregó la firma falsa de Picasso, un ingrediente más que se suma a la leyenda y la aureola que rodean a este libro y a Onetti", indica por su parte el escritor Wilfredo Penco. El pozo es "una obra fundacional" y "una apuesta por la escritura", sin atarse "a ciertas formas tradicionales que hasta entonces imperaban en la literatura uruguaya y también hispanoamericana", destaca Penco, también director de la Academia Nacional de Letras de Uruguay. Penco subraya que Onetti "nunca fue un escritor de multitudes" y tampoco lo será en el futuro, "por más que se promueva su obra". En cambio, en opinión de Campanella, ahora "se le está leyendo más, distintas generaciones se incorporan a su lectura" y El pozo es "una excelente puerta de ingreso" a su obra.
Onetti murió en Madrid el 30 de mayo de 1994, después de haberse negado durante las últimas dos décadas de su vida a levantarse de la cama, donde recibía a amigos, periodistas y escritores. Con todos sus fantasmas intactos.
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