Un extremeño en el ejército del zar

La guerra y la soledad definieron la vida de José Antonio de Saravia · La editorial Renacimiento recupera este documento de un militar español en la Rusia de los zares

Nicolás I, al que sirvió Saravia.
Nicolás I, al que sirvió Saravia.

Un hombre y su destino. Esta es la historia de José Antonio de Saravia, un estudiante extremeño que llegó a combatir en los ejércitos del zar. También un documento valioso sobre la visión de la historia de España que dominaba entre los intelectuales de la República. Su autor, el notario Diego Hidalgo Durán, nacido en Los Santos de Maimona, alcanzó cierta fama como escritor que supo compaginar con una brillante carrera política culminada en 1934 cuando fue propuesto por el presidente Alejandro Lerroux para ocupar el ministerio de Guerra. Original encaje de tiempos y noticias que no ha pasado inadvertido a la editorial Renacimiento cuya Biblioteca Histórica está realizando una labor encomiable al rescatar textos olvidados que hoy pueden ser objeto de diversas lecturas.

Es el caso de esta biografía literaria o historia anovelada sobre la que planea la sombra de un Quijote romántico, héroe inconformista que escapa de su pueblo por dos veces en busca de aventuras, dejando atrás el cariño del ama de llaves y los sabios consejos del cura. En su primer viaje, Saravia, todavía muchacho, conoce el Madrid de la ocupación francesa, participa en el sitio de Zaragoza y en la batalla de Alcañiz; derrotado en las llanuras de Margalef, es hecho prisionero y custodiado hasta Francia por las tropas de reservistas de Napoleón de donde huye, disfrazado, regresando sobre sus propios pasos hasta España. Pero este bautizo en el mundo militar sería sólo el preámbulo de su segundo y definitivo periplo que le condujo a la Rusia de Nicolás I. "Noble, español, militar y cristiano" (como lo define Hidalgo) el joven teniente se abrirá camino en la corte de los zares. Esta segunda parte del libro está mejor documentada y esgrime un buen conocimiento de la situación internacional de la época como se aprecia en las páginas que dedica a la sublevación decembrista de Polonia o al cruento conflicto ruso-turco. Por cierto que en una aldea perdida de los Balcanes el recién ascendido coronel Saravia reconoció el español sefardí de unos lugareños y pudo, después de quince años de soledad, hablar su lengua materna.

Saravia murió en Kremenetz (Polonia rusa) en 1871, después de una vida longeva y plena. Llegó a ser General del Tercer Regimiento e Inspector de las Academias militares del Zar. Hidalgo proyecta en su compatriota la añoranza de unos valores de individualismo y honradez que ya no tenían espacio en el ambiente enrarecido de la España de 1936.

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