Cultura

El éxito de una obra intemporal

Baile: Lola Greco, Amador Rojas, Alejandro Granados, Carmelilla Montoya. Coreografía: Javier Latorre. Música: Enrique Morente. Adaptación y dirección: Miguel Narros. Fecha: martes 7 de julio. Lugar: Gran Teatro. Lleno.

La tragedia de Fedra que Eurípides inmortalizó resurgió vigorosamente en clave de danza flamenca gracias al acertado planteamiento coreográfico de Javier Latorre, a la descriptiva música de Enrique Morente y a la lucidez dramatúrgica de Miguel Narros; fue el pasado martes y en el Gran Teatro. Los artífices principales que avivaron los resortes anímicos de la tragedia para que ésta adquiriera toda la intensidad sensorial que subyace en el origen del mito fueron Lola Greco, Amador Rojas, Carmelilla Montoya y Alejandro Granados.

Lola Greco como hija de Minos, el rey de Creta, demostró que es una de las pocas bailarinas capaces de encarnar con total solvencia complejos personajes, adaptándose con brillantez a cualquier envite profesional que se le proponga. Fue la suya toda una lección de estar en el escenario, perfilando su personaje desde pasos meramente flamencos y con el necesario desarrollo del clásico español, sin que faltase el sustento contemporáneo. Hipólito, el hijastro de Fedra y desencadenante de la tragedia, fue encarnado por Amador Rojas, bailaor a lo grande, llegando a la espectacularidad requerida en momentos clave de la obra. En Amador Rojas el baile estrictamente flamenco afloró con precisión, aportando múltiples recursos de la danza a su personaje de Hipólito y sin que éste decayese en ningún instante. La dialéctica visual, con el mensaje sonoro de Morente, entre Lola Greco y Amador Rojas llegó a ser apasionante, empleando magistralmente los resortes de la danza que describieron las intenciones de Fredra y el rechazo de Hipólito.

Carmelilla Montoya como ama de Fedra resultó eslabón necesario de la obra, mostrando la bailaora el sentido más primigenio del baile por su carácter racial, también por el ímpetu y los desplantes puntuales realizados. Carmelilla bailando, cantando…, todo un temperamento flamenco que nutrió a la obra de interesantes matices expresivos. Y la tragedia hubiese quedado incompleta sin la presencia de Teseo, padre de Hipólito y que fue el raptor de Fedra. Para encarnar al mítico rey de Atenas el bailaor Alejandro Granados apareció en el escenario con perfil clásico, hechuras de bailaor a la antigua usanza para el bosquejo de poses y el zapateado seco y directo, con galanura. Junto a los protagonistas de la obra hay que sumar el cuerpo de baile, que contribuyó a armonizar y dar mayor prestancia al argumento.

La acertada selección de los protagonistas y la puesta en escena de cada uno de los personajes, las coreografías de clara apuesta contemporánea, el guión, el tratamiento de luces y la escueta tramoya, así como la selecta música de Morente hacen de esta Fedra uno de los montajes de danza con raíz flamenca más interesantes que se han podido ver en los últimos años. La intensidad dramática se mantiene desde el comienzo hasta el último suspiro, manteniendo elementos de la primera versión de la obra (la realizada por Manuela Vargas y Manolo Marín) como la moto a manera de símbolo que provoca la muerte de Hipólito.

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