El espía que salvó el mundo
Edmon Roch relata la vida de Juan Pujol García, 'Garbo', en un documental premiado con el Goya y que llega a Córdoba
Juan Pujol García combatió en dos guerras sirviendo en ambos casos a las dos partes. Nunca disparó un tiro. Es la única persona condecorada al más alto nivel por los dos bandos de la Segunda Guerra Mundial. Inventó su muerte. Su imaginación produjo más de 50 volúmenes de escritos. Salvó miles de vidas. Fue definido como el mejor actor del mundo. Su nombre en clave: Garbo. Una vida fascinante, una peripecia única que demuestra que la realidad, a veces, puede superar la más poderosa de las ficciones. Una historia delirante, emotiva, trágica y épica desvelada por el cineasta Edmon Roch en Garbo el espía. El hombre que salvó el mundo, filme premiado con el Goya al mejor documental en la reciente gala del cine español y que mañana se estrena en Córdoba.
La vida de Garbo es una insuperable amalgama de contradicciones, mentiras, azares, nobleza, audacia y secretos. Se le adjudica la condición de espía pero Roch aclara que "no espió jamás: era un espía de despacho sin apenas contacto con la realidad". Trabajaba detrás de una mesa, redactando informes con una insuperable destreza creativa. La mayor red de agentes nazis de la Segunda Guerra Mundial (llamada Arabel y capitaneada por Alaric, nombre en clave de Garbo para el bando perdedor), 27 personas pagadas y mantenidas por el Tercer Reich, fue creada por él y tenía una singularidad subrayable: era falsa, ninguno de sus miembros existía.
También se le conoce como agente doble, pero en realidad Garbo sólo buscaba el beneficio de la causa aliada. Abrazó el proyecto de aquellos que le rechazaron varias veces, los británicos, mientras se dedicaba a engañar sistemáticamente a los que le abrieron las puertas desde el principio: los nazis. De hecho, a través de la red Arabel el alto mando alemán financió sin saberlo los Servicios de Inteligencia británicos. Con este currículum no es extraño que los hijos españoles de Garbo (tenía otra familia en Venezuela) se enteraran de que su padre seguía vivo de la forma más peregrina: a través del programa de radio de Luis del Olmo, en los años 80.
"Él se lo tomaba como un juego", afirma Roch, que para ilustrar algunos pasajes de la vida del catalán utiliza escenas de películas como Nuestro hombre en La Habana, El extraño, El día más largo o Patton, así como noticiarios, anuncios e imágenes de filmes de propaganda de los dos bandos. El documental, 90 minutos exprimidos de las 743 horas de material previo, se articula a partir de diversos testimonios, entre ellos los del novelista Nigel West, que sacó a la luz el caso Garbo; el periodista Xavier Vinader; Aline Griffith (la condesa de Romanones), que fue espía en la Segunda Guerra Mundial, y Mark Seaman, oficial de Inteligencia del MI5.
"Fue un gran fabulador -añade el cineasta, que después de varios trabajos como productor y guionista debuta en la dirección con este filme-, seguramente uno de los grandes escritores del siglo XX. Pero no escribía para lectores sino para convencer y manipular a los enemigos". Fingió que estaba en Londres cuando realmente vivía en Lisboa. Metía a veces la pata y los alemanes se lo reprochaban, pero él contraatacaba "indignado por lo que consideraba errores menores en el marco de un trabajo muy importante".
Garbo es definida por su director como "una comedia de espías o un thriller documental" que navega entre el rigor y el desenfado para reconstruir una vida preñada de aspectos inverosímiles. Resulta difícil entender, por ejemplo, que a pesar de su inventiva, su talento y su suerte Garbo no fuera en ningún momento descubierto por los nazis. "Tiene que ver con los sistemas de pensamiento de los dos países. En Inglaterra había una democracia crítica y lógica en la que todo se ponía en duda. En Alemania funcionaba el culto al líder y a un proyecto ideológico. Él se declaró nazi convencido y le creyeron", explica Roch. Su obra maestra fue convencer a los alemanes de que el Desembarco de Normandía sólo era una estrategia de engaño y que el verdadero ataque aliado tendría lugar en el Paso de Calais. Con su principal arma, el engaño, un señor de Barcelona cambió la historia del siglo XX.
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