Un drama ilustrado

Harmonia Mundi presenta el último trabajo mozartiano de René Jacobs, 'Idomeneo', primera gran ópera del salzburgués

Un momento de la grabación del 'Idomeneo' de Mozart por René Jacobs.
Un momento de la grabación del 'Idomeneo' de Mozart por René Jacobs.
Pablo J. Vayón

11 de mayo 2009 - 05:00

Estrenada en Múnich en enero de 1781, Idomeneo, re di Creta es la primera gran ópera de Mozart. El sujeto era bien conocido: el conflicto que se plantea al rey cretense cuando vuelve a su patria tras la guerra de Troya y la primera persona a la que ve, esa que había prometido sacrificar al dios Neptuno tras invocar su asistencia en medio de una tempestad, es a su propio hijo Idamante. Giambattista Varesco había elaborado el libreto a partir del que Antoine Danchet había escrito a principios de siglo para Campra, aunque con una crucial diferencia: si en Danchet, Idomeneo acaba sacrificando al hijo, en Varesco no sólo se elude el final trágico, sino que Idomeneo se exilia e Idamante se casa con Ilia, hija del troyano Príamo, y se convierte en rey de Creta.

Un Mozart todavía no masón pero ya ilustrado impulsó sin duda el cambio: los sanguinarios designios divinos son rechazados y en su lugar se impone el orden natural de los sentimientos, la compasión y la razón humanas. La obra se adaptaba al modelo de ópera seria de la época, pero Mozart superó todos los escollos de las convenciones del género (papeles principales destinados a voces agudas: tres sopranos y dos tenores; números cerrados), dotando a la obra de una originalidad que se aprecia en las audacias armónicas de los recitativos secos (para los que Jacobs usa otra vez un fortepiano), la sugerente mezcla de éstos con los acompañados, la variedad en el tratamiento de las arias (tripartitas y bipartitas, con y sin da capo), la introducción de conjuntos (trío, cuarteto), el uso abundante del coro y una profundidad y virtuosismo orquestal que puede entenderse si se tiene en cuenta que la Orquesta de Mannheim, considerada la mejor de la época, se había convertido por entonces en el conjunto residente de la corte bávara.

René Jacobs, cerrada ya la trilogía dapontiana y afrontada la opera seria del compositor con La Clemenza di Tito, se ha enfrascado de lleno en el estudio de la partitura, encargando incluso ex profeso para esta producción discográfica una edición nueva. El resultado es impresionante y supera los notables logros conseguidos con este título por Harnoncourt (1980) o Gardiner (1990). Uno no puede imaginar mejores conjuntos que el RIAS-Kammerchor y los Barrocos de Friburgo para imponer el ritmo frenético, la pasión, la vitalidad y el dramatismo que pide la batuta. El edificio termina levantándose a partir de tres soberbias voces femeninas, ya conocidas de anteriores trabajos con el director: Bernarda Fink, Sunhae Im y Alexandrina Pendatchanska, impecables en sus respectivos desempeños. A su lado, el tenor Richard Croft, imponente Idomeneo, el también tenor Kenneth Tarver y los barítonos Nicolas Rivenq y Luca Tittoto completan un elenco más que notable. Un DVD adjunto presenta un jugoso y didáctico making-of de unos 45 minutos de duración.

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