El dibujante gongorino

Benito Navarrete y Fuensanta García reúnen en un catálogo razonado 190 dibujos de Antonio del Castillo · El autor barroco mimetizó en algunos de ellos la esencia poética de Góngora

El dibujante gongorino
M.l. / Córdoba

19 de octubre 2008 - 05:00

Unidos por una ciudad, Córdoba, y una época, el barroco, Antonio del Castillo supuso a las artes lo que Góngora a las letras, o al menos así se desprende de un reciente estudio en el que se han rastreado uno por uno los 190 dibujos ejecutados por el pintor cordobés y repartidos por buena parte de Europa y Estados Unidos. El hecho de que la mayoría de estos dibujos sean preparatorios no impide que gocen de una versatilidad y calidad exquisitas, no siempre reconocidas, que han propiciado el desprecio del artista cordobés en la historiografía del arte.

"Hemos descubierto que Castillo (1616-1668) era un ferviente admirador de Góngora, muy consciente de la importancia del trabajo intelectual previo al de la creación artística, y hemos hallado uno de sus dibujos inéditos, un paisaje de la serranía cordobesa que por detrás tenía un poema del pintor. Esto nos demuestra que él dio el salto al artista integral y eso es inédito en el Siglo de Oro", explica el historiador Benito Navarrete, autor, junto a Fuensanta García de la Torre, de Antonio del Castillo. Dibujos, el primer catálogo razonado del artista sobre esta técnica, recientemente publicado por la Fundación Marcelino Botín.

En concreto, los versos a los que se refiere Navarrete se encuentran en el reverso del dibujo Paisaje con árboles y maleza, perteneciente a los fondos del Museo de Bellas Artes de Córdoba, que incluye un poema acróstico titulado Quejarse un prado porque el enero lo había agotado, fechado en torno a 1650-1655.

Esta nueva dimensión del artista integral, que ahora reivindican ambos historiadores, se manifiesta con especial intensidad en sus escenas campesinas y de paisajes, las únicas que fueron concebidas como obras completas y no como dibujos preparatorios, que muestran la vida rural y suelen incluir además algunos elementos de arquitectura, así como figuras humanas y animales.

"En ellas se manifiesta el triunfo de la vida y lo cotidiano, que coincide con una estancia del artista en la Campiña Cordobesa en los años 50. Estas escenas campestres conectan con Las Soledades de Góngora porque Castillo ennoblece a los campesinos", agrega Navarrete, que emprendió junto a García una dilatada investigación de casi una década por los entresijos artísticos y vitales del artista barroco.

Estas estampas campesinas, que claramente siguen el rastro de artistas flamencos como el grabador Cornelio Bloemaert, se concentran fundamentalmente en la colección perteneciente a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), uno de los puntos estratégicos de salvaguarda de los dibujos de Castillo junto al Museo del Prado, la Biblioteca Nacional y el Museo de Bellas Artes de Córdoba -dirigido asimismo por Fuensanta García-, en el que se inició la colección de dibujos del artista barroco en 1877, de manos del entonces director José Saló, y ha continuado a lo largo de los años con otras múltiples adquisiciones; la última de ellas, en diciembre de 2007, fue una avestruz.

Otras instituciones con dibujos de Castillo son el Museo Camón Aznar de Zaragoza o la Colección Juan Abelló, que custodian los trazos del artista, al igual que ocurría con el Instituto Jovellanos de Gijón, cuya importante colección ardió durante la Guerra Civil.

En este catálogo razonado, de más de 700 páginas, se constata la versatilidad temática del artista con dibujos del Antiguo y del Nuevo Testamento, escenas de martirio, repertorios de cabezas masculinas y femeninas, estudios de animales -que van desde caballos, cerdos o burros hasta dromedarios, avestruces o leones- y elementos arquitectónicos y decorativos.

La atracción de los coleccionistas del siglo XIX como el escocés William Stirling Maxwell por los dibujos del creador barroco, que pasaron prácticamente desapercibidos en su propio país, propició que muchos de ellos salieran de España y se situaran en importantes museos y colecciones norteamericanas y europeas repartidas por Ithaca, Los Ángeles y Nueva York (EEUU), París, Moscú, Hamburgo o Florencia. Precisamente, esta última ciudad, y más concretamente la Galería de los Uffizi, deparó a Navarrete y García una feliz sorpresa; el hallazgo de un dibujo no catalogado de Castillo, una Adoración de los pastores, que había permanecido durante años guardado por error en el archivo de otro artista luso. "Todo fue fruto de la casualidad. Dos investigadores portugueses coincidieron con nosotros en los Uffizi y al ver este dibujo recordaron el nombre del artista cordobés que nosotros estábamos estudiando. Fue un momento muy emocionante", recuerda García de la Torre.

Los autores del catálogo razonado han sido muy rigurosos en la selección de los dibujos, puesto que Castillo contó con multitud de seguidores e imitadores que han dificultado la autentificación de sus trabajos. A ello se sumó otro obstáculo añadido. "Castillo no tenía un único criterio para estampar su firma, que unas veces aparece con el nombre completo y otras con sus iniciales, A.C., por lo que durante muchos años sus trabajos se atribuyeron a Alonso Cano en España y a Annibale Carracci en Italia, y eso supuso un perjuicio para su reconocimiento", sostiene Fuensanta García.

Muchos de los dibujos que se conservan fueron realizados libremente por el artista, aunque la historiadora no duda de la función pedagógica inherente a algunos de ellos como los repertorios de cabezas, "que pudieron servir para ilustrar a los alumnos de alguna academia que desconocemos", asegura, a la vez que justifica su teoría aludiendo a la recreación en un dibujo de dos leones (macho y hembra) junto a los que reza la siguiente frase: La hembra no ha de tener guedejas, en referencia a la necesidad de plasmarla sin las abultadas melenas que caracterizan al macho de la especie.

Algunos otros dibujos fueron realizados por encargo. Se trata de los conocidos como modellinos u obras completas que servían de presentación al comitente u ordenante del trabajo en cuestión. Existen ejemplos de esto, como el proyecto de la Puerta del Perdón de la Mezquita-Catedral, firmado por el obispo Fray Pedro de Tapia en 1651 para su ejecución. También es el caso de los dibujos preparatorios para la Coronación de la Virgen del Hospital de Jesús Nazareno o para el lienzo Inmaculada Concepción y ángeles del Santuario de la Fuensanta, ambos de Córdoba.

Según García de la Torre, muchas de las filigranas y elementos decorativos diseñados por el artista barroco podrían haber sido materializados no sólo en obras pictóricas, sino también en madera, repujados de cuero o plata o incluso bordados, como atestiguan los ataujerados que presentan algunos ángeles eucarísticos; se trata de pequeñas perforaciones alrededor del dibujo que permitían traspasar con carboncillo el perfil del ángel al nuevo soporte.

El lápiz, la pluma con tinta parda o sepia, o la sanguina fueron utilizadas por Castillo para sus trabajo, así como la pluma de caña, usada en la época como cerbatana, pero que propició algunos de los mejores trazos del genial artista.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último