La función que sale mal | Crítica

Una cura de risa

Una escena de la obra.

Una escena de la obra. / IMAE Gran Teatro.

Buen mayo el que estamos viviendo. Como los de antes, añadiendo una pizca de ansia de libertad mientras miramos para otro lado al escuchar algún tosido entre el patio de butacas que de inmediato asociamos a alguna alergia por concentración de polen. La Feria culmina nuestro mes festivo y muchos hemos decidido darnos un baño de carcajadas antes de pisar la portada del Arenal con La Función que sale Mal programada este fin de semana por el IMAE en el Gran Teatro.

El título escogido por sus creadores es claro y no da lugar a la ambigüedad (o si… según se mire). Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields firman una obra que de inicio a final retiene al espectador y su risa en un constante devenir de equívocos, chapuzas, pifias, descuidos, olvidos, confusiones, accidentes y otros contratiempos provocados por un grupo universitario de Teatro amateur. Su empeño por representar hasta el final una obra inspirada en relatos asociados a Conan Doyle o Agatha Christie se transforma involuntariamente en un Cluedo marcado por el humor absurdo de los Monty Python unido al visual y gestual del Tricicle o Yllana, por tirar de producto autóctono.

Fruto de esta amalgama de efectos técnicos combinados con una impecable ejecución del equipo artístico entregado al 100% se elabora esta comedia “franquicia” que ha girado por el mundo entero recibiendo los premios más emblemáticos del Teatro: Tonys, Oliviers, etc., entre ellos.

No hay más remedio que rendirse ante descomunal poderío escénico e interpretativo. Hacen falta cientos de horas para cuadrar al milímetro una producción tan compleja. Héctor Carballo, Víctor de las Heras, Carla Postigo, Armando Pita, Aránzazu Zárate, César Camino, David Ávila, Ricardo Saiz, Luciana De Nicola y Adrià Olay entregan cuerpo, voz y alma sobre la escena (y detrás de ella) para que “salga mal” esta coreografía de 100 minutos sin apenas interrupción y que, salvo por algún que otro gag que juega en demasía con el estiramiento del timing, logró que el público asistente mantuviera su risa constante y lo agradeció con su aplauso en pie. Y si esa es la única reacción que se persigue, obviando el espíritu crítico que alberga el fondo de la comedia, tampoco hay más que añadir. Magnífico trabajo y muchas felicidades.

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