Crítica | Trigo sucio

Contra la hierba mala

Una escena de 'Trigo sucio'.

Una escena de 'Trigo sucio'. / Laura Martín

Se abre el telón y vemos a Harvey Weinstein en su despacho... Esta frase con tintas de chascarrillo popular se asemeja al punto de partida que David Mamet utiliza para construir Trigo Sucio, su última obra que en forma de comedia presenta el caso Weinstein.

En su historia a lo largo de tres cuadros veremos como el productor, enmascarado por otro nombre, saca a la palestra su despreciable humanidad para restregarla a quienes le rodean. Las víctimas en la representación serán su secretaria personal, un joven escritor y una actriz novel. Cuando esta última se niega a satisfacer el apetito de este depredador y lo denuncia por acoso comienzan a agrietarse los muros que durante tanto lo mantuvieron inmune.

Bernabé Rico asume de nuevo la adaptación de los textos de Mamet a la escena española al igual que  Juan Carlos Rubio  la dirección y Curt Allen Wilmer el espacio escénico. El trío elabora la puesta a punto para el cuarteto brillante de actrices y actores que por experiencia y profesionalidad saben trasladar al espectador la idea que pretende plasmar la producción.

Nancho Novo enfundando en traje con relleno y aspecto que recuerda a un Jesús Gil en plena efervescencia marbellí regala un personaje caricaturesco y socarrón que ayuda a crear la distancia apropiada para que el humor surja de cada situación. Para ello, encuentra en Eva Isanta, Norma Ruiz y Fernando Ramallo la compañía perfecta que refuerza y le da réplica en cada escena. El público disfrutó y agradeció con fuerza sus generosas interpretaciones.

Con Trigo Sucio David Mamet  abre la tapa de una alcantarilla que por experiencia profesional quizá el mismo haya debido  transitar. A través de la comedia, el autor nos revela pinceladas de una industria del entretenimiento que bajo el manto protector del séptimo arte se cobija también la podredumbre, elaborando un esbozo demasiado sutil como para calar en la conciencia de quien lo observa. Hasta su epílogo con tintes de historia con posible vuelta a empezar resulta algo descorazonador.

Lo siento Mamet, pero esta vez hay que mojarse más. Hay que ser más rotundo y castigar a los malvados sobre todo por las muchas mujeres que la desesperación les obligó a pasar por el aro para obtener un trabajo. Y a esto no le encuentro la gracia.

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