La maldición de los hombres Malboro | Crítica

Ser o no ser 'Un hombre'

Una de las escenas de la obra 'La maldición de los hombres Malboro'

Una de las escenas de la obra 'La maldición de los hombres Malboro' / Juan Ayala

¿Cuándo llora un hombre? ¿Cómo viste un hombre? ¿De qué habla un hombre? ¿Cómo baila un hombre? Estas son algunas de las cuestiones que la directora y coreógrafa Isabel Vázquez plasma sobre el escenario con su Maldición de los hombres Malboro.

La danza contemporánea como motor principal unido a intervenciones habladas conforma este montaje dónde seis bailarines con su cuerpo y voz realizan una crítica a los cánones tradicionales de la masculinidad.

Sin entrar en problemáticas vinculadas a la violencia machista, la obra invita a reflexionar sobre la expresión de los sentimientos, las estereotipias de comportamiento y el conflicto que supone romper sus límites.

A lo largo de la representación veremos cómo los hombres pueden hablar, reír, bailar, vestir e incluso llorar (solo cuando pierde el Betis, claro).

En sus coreografías trabajan múltiples estilos que puntualmente combinan con danzas como la Haka Maorí o bailes del este de Europa. Merece destacar las coreografías que tienen como pie El hombre blandengue o La vez que vi llorar a mi padre.

Una propuesta espléndidamente ejecutada por este grupo de intérpretes que transforman el movimiento en metáforas plásticas colmadas de belleza, atrapando al público que después de contemplar la actuación se levanta del asiento para aplaudir su maravilloso trabajo.

¿Qué significa ser un hombre? Época, costumbres, lugar, educación, familia, vivencias, son algunas de las muchas variables que condicionan la respuesta a una pregunta que por su formulación afecta tanto a hombres como a mujeres. ¿Para cuándo lo sustituimos por ser una persona?

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